- La inflación cerró octubre en calma —3.57% anual— y el Banco de México redujo la tasa de interés a 7.25%. Pero los analistas advierten: el alivio es momentáneo. Los nuevos impuestos del “segundo piso” de la Cuarta Transformación podrían encender de nuevo la inflación en 2026, mientras el déficit y la deuda externa empiezan a pasar factura.
El milagro mexicano de octubre vino en forma de aguacate barato. El “oro verde”, símbolo patrio del guacamole y de la inflación emocional del país, sorprendió con una caída de 10.52% en su precio, según el Inegi. Una bendición estadística que ayudó a que la inflación general se ubicara en 3.57% anual, dentro del rango dorado del Banco de México por cuarto mes consecutivo.
Ernesto Madrid
El semáforo de inflación, según México, ¿cómo vamos?, se mantiene en amarillo —ni alarma roja, ni euforia verde— mientras el país disfruta de una tregua que parece más contable que estructural. Porque, aunque los jitomates, papas, huevos y naranjas dieron un respiro, el café, la leche y la carne de res siguen en plan de lujo gastronómico: aumentaron 24.6%, 8.5% y 18.9%, respectivamente.
En pocas palabras: el desayuno nacional bajó de precio, excepto lo que realmente importa.
Banxico, fiel a su tono de prudencia ascética, aprovechó el clima benigno para reducir por tercera vez consecutiva la tasa de interés, dejándola en 7.25%. La institución aseguró que el panorama inflacionario “permite seguir con la flexibilización monetaria”, aunque el mensaje entre líneas fue claro: se acabaron los tiempos de euforia bajista.
Los analistas, menos poéticos, lo interpretan como una advertencia. El consenso es que hacia 2026 la inflación podría volver a repuntar —hacia el 4.5% anual— empujada por el incremento de impuestos que el gobierno de Claudia Sheinbaum planea aplicar para tapar el boquete fiscal dejado por el gasto social y la creciente deuda externa.
Dicho de otro modo: si hoy baja el precio del dinero, mañana subirá el costo de pagarlo.
La política económica del llamado “segundo piso” de la Cuarta Transformación enfrenta su propio dilema: mantener el apoyo popular con subsidios y programas, o evitar que el déficit público se convierta en un problema macroeconómico de largo alcance. De momento, la deuda crece más rápido que el optimismo, y el tipo de cambio agradece el respiro del petróleo y del aguacate.
Mientras tanto, los alimentos bailan al ritmo de su propio son. Las frutas y verduras bajaron 10.27% anual, pero los productos pecuarios subieron 8.19%. La electricidad aumentó 5.07%, el gas LP 4.38%, y el pan dulce —ese termómetro infalible de la economía mexicana— registró un alza de 6.86%.
En resumen: los precios bajan, pero no los que duelen; la tasa de interés baja, pero no por mucho; y el optimismo oficial sube, aunque solo en los comunicados.
Los próximos meses pondrán a prueba el equilibrio entre la narrativa de estabilidad y la realidad fiscal. Porque si algo ha demostrado la historia económica mexicana es que, cuando el gobierno sube impuestos para “consolidar la transformación”, los precios —como la política— terminan transformándose también.
¿Y usted?
¿Ya notó la baja de precios en su despensa… o solo en los discursos?
@JErnestoMadrid
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