- Mientras Donald Trump presume bombardear “cárteles terroristas” ligados a Maduro y advierte que “no es solo Venezuela”, en México la presidenta Claudia Sheinbaum defiende la soberanía nacional, justo cuando su antecesor es señalado por un “pacto” con el crimen organizado. La duda es inevitable: ¿quién protege a quién?
Donald Trump volvió a prender las alarmas internacionales. Desde el América Business Forum en Miami, el presidente de Estados Unidos declaró con su característico tono triunfalista: “Estamos estallando cárteles terroristas y estamos reventándolos, ligados al régimen de Maduro y otros. No es solo Venezuela, vienen más cosas”.
Ernesto Madrid
Más cosas. Dos palabras que desataron un oleaje de interpretaciones. Porque, según The Wall Street Journal, The New York Times, The Miami Herald y NBC News, esas “otras cosas” incluyen planes para atacar laboratorios y líderes de cárteles en territorio mexicano con drones del Comando Sur. En los despachos de Washington, ya se discute si la “misión especial” debe ejecutarse bajo el Título 50, el mismo que permite operaciones encubiertas de la CIA fuera del marco militar tradicional.
Trump, fiel a su estilo de sheriff del mundo, no se contuvo: dijo que Venezuela “vació sus prisiones dentro de nuestro país” y que está “liberando a las ciudades del flagelo del crimen violento”. Mientras tanto, María Corina Machado —ahora Premio Nobel de la Paz 2025— le aplaudió la estrategia con una frase digna de un cartel de campaña: “Maduro empezó esta guerra y el presidente Trump la está terminando”.
Pero la noticia que incomoda está al norte del Orinoco. NBC News reveló que el plan estadounidense incluye el despliegue de tropas y agentes de inteligencia en México. La operación, aún en fase de deliberación, implicaría ataques con drones para “desmantelar laboratorios de droga y eliminar objetivos de alto valor”. Traducido: operaciones quirúrgicas con bisturí extranjero sobre suelo mexicano.
Y ahí entra en escena la presidenta Claudia Sheinbaum.
Desde Palacio Nacional, marcó distancia: “México aceptará ayuda de información e inteligencia, pero no una intervención”. La frase suena firme, aunque en el fondo parece más un eco de soberanía que una advertencia real.
Porque el contexto no ayuda. Apenas hace unos meses, el expresidente López Obrador —su mentor político— fue señalado por los actuales funcionarios de Estados Unidos de que había pactado con el crimen organizado y los abrazos no balazos fue la señal más clara. Ahora, su sucesora reclama respeto a la soberanía ante un país que, si seguimos la lógica de Trump, podría considerar a México un territorio “involucrado”.
¿Y si ese involucramiento no fuera solo por el trasiego de drogas, sino por las redes políticas que las protegen?
La pregunta flota incómoda: ¿por qué tanta resistencia a que entren los drones estadounidenses si, en teoría, solo buscan a los narcos?
Algunos analistas lo interpretan como una defensa preventiva. Otros, como una forma elegante de ganar tiempo. Pero en los pasillos diplomáticos se comenta que Washington ya tiene nombres, rutas y financiamientos de campañas políticas vinculadas a cárteles, del mismo modo en que rastreó los lazos entre Maduro y los narco-militares venezolanos.
Mientras tanto, Trump presume que “cada embarcación destruida salva 25 mil vidas estadounidenses”, y los bombardeos en el Caribe suman ya 66 muertos y 20 lanchas destruidas. Los números, como siempre, son relativos: se cuentan muertos del otro lado, y votos del suyo.
Y México, en medio, vuelve a ser el tablero.
Un tablero donde la Casa Blanca se prepara para mover drones, y Palacio Nacional responde con discursos sobre soberanía.
La pregunta final queda suspendida, como un zumbido metálico en el cielo:
¿defiende Sheinbaum la soberanía… o está defendiendo los secretos de la 4T?
@JErnestoMadrid
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