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El diagnóstico del primer informe: el día en que la democracia se volvió trámite

  • El primer informe de Claudia Sheinbaum no celebró logros, sino proyectos con nombre y sin forma. La sobrerrepresentación, el nuevo Poder Judicial a modo, la crisis económica y el desmantelamiento de contrapesos cierran la brecha de la democracia y abren de par en par la puerta al autoritarismo.

El 1 de septiembre de 2025 quedará inscrito como la jornada en la que el gobierno de Claudia Sheinbaum intentó vender la idea de que México vive una “nueva etapa democrática” cuando, en realidad, se trató de la proclamación solemne de un partido único con disfraz de pluralidad. Fue el día en que la democracia se volvió trámite: un papel que se firma, una formalidad vacía, un ritual que se cumple para legitimar lo que ya está decidido.

Ernesto Madrid

Morena, bajo la tutela de Sheinbaum, dio un paso más hacia la consolidación de un sistema autoritario que justifica cada movimiento con la consabida letanía: “todo en nombre del pueblo y para el pueblo”. El problema, como siempre, es quién define lo que quiere el pueblo: una élite de partido que ya no admite disenso.

Si el Ejecutivo y el Legislativo ya eran territorio conquistado, el informe confirmó que el Poder Judicial se entregó con moño incluido al “movimiento”. Todos los nuevos ministros provienen del mismo entramado político, sin espacio para un solo perfil independiente, técnico o con carrera judicial sólida.

La mayoría carece de experiencia en litigios de gran calado, lo que garantiza dos cosas: que los tiempos de resolución se prolonguen y que se abra margen a presiones externas. En otras palabras, no habrá justicia expedita ni imparcialidad: habrá un tribunal lento, dócil y funcional al poder.

Que Sheinbaum declare que “con el nuevo Poder Judicial habrá cero impunidad” es un ejercicio de ironía involuntaria. La pregunta obligada es: ¿cero impunidad para quién? Porque lo que se observa es un blindaje absoluto para los leales y un campo minado para los críticos.

El relato de la lucha contra el nepotismo y la corrupción se derrumba por sí mismo: ahí está el caso de Lenia Batres, hermana del director del ISSSTE, convertida en ministra de la Corte. El discurso anticorrupción se convierte en sermón moralista mientras la práctica política se aferra al viejo arte del amiguismo y el parentesco.

La elección popular de jueces y magistrados, presentada como la joya de la democracia participativa, resultó ser un fiasco monumental. Apenas votó el 13% del padrón y 16% de las boletas se anularon, se invalidaron o se extraviaron. En resumen: dos de cada diez votos no valieron y encima, los acordeones para coaccionar.

El resultado fue un Poder Judicial electo por minorías, con cifras ridículas y legitimidad tambaleante. La democracia participativa, lejos de consolidarse, quedó reducida a un bostezo electoral no a una legitimidad.

El informe no se detuvo en los problemas de la economía real. En su lugar, prefirió el terreno de la ciencia ficción:

  • Autos eléctricos que ya tienen nombre, pero no fábrica.
  • Semiconductores con taller anunciado, pero sin producción.
  • Satélites y trenes que ya tienen título oficial, pero no existen.

Un gobierno de proyectos bautizados con entusiasmo, pero sin cuerpo tangible. Como un escritor que presenta la portada de un libro antes de escribir la primera página.

La economía, mientras tanto, ofrece cifras incómodas. Nueve meses consecutivos de caída en la inversión fija bruta. Una contracción de 5.5% en la inversión extranjera directa. Una caída de 12.8 puntos en la confianza empresarial, según la Coparmex. Y lo más grave: trece meses seguidos de disminución en los registros patronales.

Por si fuera poco, la creación de empleos muestra señales de agotamiento. Sin contar a los trabajadores que se incorporaron a través del piloto de plataformas digitales, en agosto se acumularon cuatro meses con disminuciones mensuales. El número de registros patronales alcanzó 1 millón 39 mil 467, con una caída anual de 2.9%. El mercado laboral, que debía ser motor de estabilidad, se convierte en termómetro de una economía en retroceso.

La narrativa oficial insiste en que todo marcha “bien” y que “vamos a ir mejor”. Pero los números dicen otra cosa: crecimiento real de apenas 0.4%, expectativas maquilladas y un clima de incertidumbre que ahuyenta capital.

Mientras se inauguran proyectos futuristas con hologramas, el presente de millones de mexicanos es menos glamuroso. El sistema de salud sigue en crisis: 44.5 millones de personas carecen de servicios médicos. El desabasto de medicamentos se volvió paisaje habitual y los rezagos en educación perpetúan la inmovilidad social.

Los derechos sociales retroceden en lugar de consolidarse. La movilidad social se congela, cerrando oportunidades para nuevas generaciones. En el país de las promesas, lo que no avanza son los servicios más básicos.

La corrupción sigue siendo la gran deuda. Denuncias hay, pero voluntad de investigar, ninguna. La impunidad se normaliza y la credibilidad del gobierno se erosiona. Lo que antes era una bandera de lucha se ha convertido en el tabú que nadie dentro del régimen quiere tocar.

El Plan México con sus 13 metas luce bien en papel, pero carece de acciones concretas. Promete 1.5 millones de empleos adicionales en manufactura especializada, pero los datos muestran lo contrario: las industrias de la transformación acumulan caídas mensuales desde abril.

El plan también busca posicionar a México en el top 10 de economías mundiales, pero el crecimiento es raquítico y los indicadores van en dirección contraria. Lo que hay son expectativas disfrazadas de logros, un espejismo numérico que confunde futuro con presente.

Percepciones ciudadanas: respaldo con grietas

Las encuestas dibujan el cuadro completo. Tras once meses en el poder, Sheinbaum goza de un nivel de respaldo superior en siete puntos al que tuvo López Obrador en su momento de acuerdo con una encuesta de El Financiero. Suena sólido, hasta que se desmenuza:

  • Economía: 38% emitió opinión desfavorable, el nivel más alto registrado hasta ahora.
  • Seguridad pública: apenas 41% positivo frente a 54% negativo, el peor balance del sexenio.
  • Corrupción: 21% favorable contra un 73% negativo, el golpe más duro en este rubro.
  • Programas sociales: 77% de opiniones favorables y 20% en contra, confirmando su uso como ancla electoral.

Aunque la aprobación general oscila entre 74% y 77% en los últimos meses, los atributos que sustentan ese respaldo (liderazgo, honestidad, capacidad de resultados) comienzan a erosionarse. El apoyo persiste, pero ya no es devoción: es una mezcla de resignación y esperanza condicionada.

El discurso oficial presume que “se ha logrado llevar la fiesta en paz” con Estados Unidos. Pero en Washington crecen las críticas: los aranceles recíprocos derivados de la Ley de Poderes Económicos de Emergencia ya pesan sobre las empresas. El “exceso” de medidas podría convertirse en pleito legal, con corporaciones exigiendo reembolsos.

En paralelo, se espera la visita de altos funcionarios estadounidenses para firmar un acuerdo de colaboración en materia de seguridad. La presidenta promete que será bajo los principios de “responsabilidad compartida, confianza mutua y cooperación sin subordinación”. Un catálogo de buenas intenciones que, como muchos otros, aún no tiene aterrizaje práctico.

El primer informe de Sheinbaum no fue una rendición de cuentas, sino un diagnóstico involuntario de un país que camina en dirección contraria a la que se promete.

La democracia ya no es un espacio de inclusión ni de consensos: es un trámite controlado. Los organismos autónomos desaparecen, el Poder Judicial se pliega, el Congreso legisla a modo. La economía se sostiene con discursos futuristas y la salud pública se degrada en el silencio.

“Voy bien y vamos a ir mejor”, aseguró la presidenta. La frase, repetida como mantra, se parece más a un acto de fe que a un balance de gobierno. Porque en los hechos, lo que avanza es la concentración de poder, el debilitamiento institucional y el espejismo de logros que aún no existen.

La democracia mexicana, aquella pequeña brecha conquistada con décadas de esfuerzo, se cierra un poco más cada primero de septiembre y caminamos hacia el autoritarismo, pero aún no, a una dictadura.

@JErnestoMadrid

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