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Alerta médica: bloqueadores de la pubertad ponen en riesgo la salud infantil

  • Especialistas advierten sobre daños irreversibles en el desarrollo cerebral y emocional de niñas y niños tratados con bloqueadores hormonales sin diagnóstico riguroso.

La Dra. María Font Arellano, catedrática emérita de la Universidad de Navarra y especialista en química farmacéutica, advirtió durante su reciente visita a México sobre los riesgos éticos, médicos y cognitivos del uso indiscriminado de bloqueadores de la pubertad en menores de edad.

“Existe un riesgo que crece silenciosamente a nivel global: el uso prematuro y poco reflexivo de bloqueadores de la pubertad en menores sin un diagnóstico riguroso de disforia de género”, alertó.

“No son inocuos: alteran el desarrollo cerebral”

Font Arellano subrayó que los bloqueadores hormonales afectan directamente la maduración del cerebro, interfiriendo con los procesos cognitivos y emocionales naturales de la pubertad.

“La ciencia lo demuestra: estos químicos alteran la organización cerebral, reducen la densidad ósea y pueden comprometer la fertilidad futura. No se trata de hipótesis, sino de datos documentados”, enfatizó.

Según la especialista, el uso de estos fármacos —presentados por algunos sectores como una simple “pausa” en el desarrollo sexual— puede acarrear consecuencias irreversibles, como esterilidad, afectaciones cognitivas, depresión y, en casos graves, conductas suicidas.

Diagnóstico ético y multidisciplinario, la clave

Durante sus encuentros con legisladores, médicos, psicólogos y representantes de organizaciones civiles, la doctora Font insistió en que solo un equipo multidisciplinario —integrado por endocrinólogos, psiquiatras, psicólogos y terapeutas especializados en sexualidad— puede dictaminar un caso auténtico de disforia de género.

“La salud emocional, psicológica y física de las niñas y niños no puede ponerse en riesgo por diagnósticos apresurados ni por presiones ideológicas”, sostuvo.

Disforia de género: entre la angustia y el diagnóstico erróneo

Font Arellano explicó que la disforia de género, desde la perspectiva médica, es la angustia persistente provocada por la incongruencia entre el sexo biológico y la identidad percibida. Sin embargo, advirtió que no todos los casos de inconformidad con el propio cuerpo corresponden a disforia, y que algunos pueden derivar de patologías endocrinas o neurológicas no detectadas, como tumores hipofisiarios o alteraciones cerebrales.

“Un mal diagnóstico puede marcar una vida”, sentenció.

El fenómeno del “contagio social”

La especialista también alertó sobre un nuevo fenómeno: el “contagio social”. Según estudios recientes, el acceso sin control a redes sociales y comunidades digitales ha generado un aumento artificial de casos de presunta disforia de género, especialmente entre adolescentes que imitan patrones de comportamiento sin tener una base clínica o biológica que lo sustente.

“En muchos casos, no hay disforia, sino sufrimiento emocional, soledad o trauma no atendido”, puntualizó.

La pregunta incómoda

En sus conferencias, Font Arellano lanzó una interrogante que resume la preocupación de buena parte de la comunidad médica:

“¿Estamos, por presión ideológica o social, medicalizando el malestar adolescente?”

Su postura es clara: los tratamientos farmacológicos deben ser el último recurso, nunca el primero. Antes de intervenir químicamente, es indispensable agotar estudios endocrinológicos, psiquiátricos y psicológicos, pues el cerebro infantil conserva una gran plasticidad que puede ser aprovechada con terapias no invasivas.

La ciencia habla

Font Arellano y la doctora Natalia López Moratalla, también de la Universidad de Navarra, encabezan una investigación sobre el desarrollo cerebral en infancias trans. Los resultados —presentados en foros internacionales— advierten que los bloqueadores de la pubertad inhiben la producción natural de hormonas sexuales, esenciales para la madurez del cerebro y el equilibrio emocional.

Los efectos secundarios incluyen pérdida de densidad ósea, alteraciones en el crecimiento y reducción del desarrollo cognitivo y social. En algunos casos, estos daños se manifiestan con depresión profunda y tendencias suicidas.

“No es opinión, es ciencia dura”

“Estos medicamentos son útiles en casos específicos, como la pubertad precoz o ciertos tipos de cáncer; sin embargo, aplicarlos en niñas y niños con presunta disforia de género sin una evaluación rigurosa es un error médico y ético”, concluyó Font Arellano.

“No estamos ante una cuestión de ideología, sino de salud pública. La ciencia ya ha hablado: el daño está comprobado.”

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