- Más allá del relevo administrativo, la remoción de Alex Tonatiuh Márquez expone tensiones internas en Morena, el escrutinio sobre el círculo cercano al lopezobradorismo y el costo político para Rafael Marín Mollinedo al frente de la ANAM.
Con la salida de Alex Tonatiuh Márquez Hernández ya oficializada, el foco se desplaza de la decisión administrativa a los motivos políticos que la precipitaron. En el centro del nuevo contexto aparece la presión del ala dura de Morena, particularmente sensible a cualquier señal que comprometa el discurso anticorrupción heredado del lopezobradorismo y, sobre todo, a los vínculos personales en la cúspide del poder aduanero.
Ernesto Madrid
La remoción del exdirector de Investigación Aduanera ocurre bajo la conducción de Rafael Marín Mollinedo, titular de la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM), un perfil con peso propio dentro del movimiento. Marín Mollinedo no solo es un operador histórico del proyecto de la llamada Cuarta Transformación, sino que su entorno familiar lo conecta directamente con Andrés Manuel López Obrador: es hermano de Nicolás Mollinedo Bastar, “Nico”, exchofer y colaborador cercano del expresidente durante años.
Ese parentesco, que durante el sexenio pasado fue visto como una credencial de lealtad política, hoy se convierte en un flanco de vulnerabilidad. Dentro de Morena, particularmente entre los grupos más duros, existe una creciente incomodidad por los señalamientos que han rodeado a figuras del primer círculo lopezobradorista, en especial aquellos vinculados a proyectos estratégicos del sureste y a la posesión o adquisición de terrenos en zonas de alto interés público.
En ese contexto, la permanencia de Márquez en un área tan sensible como la Investigación Aduanera se volvió políticamente insostenible. No solo por las investigaciones periodísticas sobre su patrimonio y estilo de vida, sino porque su continuidad amenazaba con escalar el costo político hacia la propia jefatura de Aduanas y, por extensión, hacia un apellido históricamente ligado a López Obrador.
Fuentes políticas consultadas señalan que la presión no provino únicamente del escrutinio mediático, sino de sectores internos de Morena que buscan enviar una señal clara al nuevo gobierno: no habrá margen para proteger perfiles cuestionados, especialmente cuando se trata de áreas clave en la recaudación, el combate al contrabando y la relación con Estados Unidos.
La cancelación de la visa estadounidense de Márquez, aun sin explicación pública detallada, terminó por detonar las alarmas. Para el ala dura del partido, el riesgo no era solo jurídico, sino simbólico: un funcionario estratégico bajo sospecha internacional, operando en una institución encabezada por un hombre con lazos directos con el expresidente, representaba una narrativa explosiva.
Así, la salida de Márquez funciona como un movimiento de contención. Un mensaje hacia dentro y fuera de Morena de que la nueva administración no está dispuesta a cargar con pasivos políticos heredados, incluso si eso implica golpear estructuras construidas al amparo del lopezobradorismo.
En el fondo, el episodio revela algo más profundo: la disputa interna por redefinir los límites de poder y protección en Morena tras el fin del sexenio de AMLO. Aduanas, por su peso estratégico y por los nombres que la rodean, se ha convertido en uno más de los campos de prueba.
@JErnestoMadrid
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