Todos sabemos a estas alturas que los diferentes desechos de plástico contaminan masivamente nuestros mares, pero hay otro enemigo que pocos conocen y que resulta mucho más dañino: Las "Lágrimas de sirena".
También llamadas nurdles en inglés, estas bolitas sirven de materia prima en el sector de los plásticos y muchas de ellas terminan en los océanos donde van almacenando toxinas que luego consumen los animales marinos.
Estas esferas de entre 1 y 5 mm son un tipo de microplástico creado para facilitar su transporte hacia las fábricas donde se funden y forman todo tipo de productos. Sin embargo, debido a su mala gestión, muchas caen en ríos y océanos a través de tuberías, contenedores o en derrames industriales.
Es así que su tamaño, forma y color, las hace pasar por huevos de peces y presas pequeñas entre la fauna marina.
Lo peor es que su composición a base de polímeros permite que los contaminantes orgánicos persistentes (COP) en el mar se acumulen en su exterior para pasar luego a los tejidos de los organismos que la ingirieron. Asimismo, puede atraer distintos tipos de microbios nocivos para el ser humano.
En 5 playas de East Lothian, Escocia, un estudio reveló la presencia de estas bolitas cubiertas con E. coli, bacteria responsable de la intoxicación alimentaria.
Según estadísticas, solo en el Reino Unido el rubro libera hasta 53 000 millones de nurdles al año.
Lo bueno es que existen organizaciones que luchan contra su expansión. Por ejemplo, la iniciativa Gran Cacería Global de Nurdles iniciada por Fidra, una ONG escocesa, y la Sociedad de Conservación Marina de Reino Unido, alienta al público a ayudar a los científicos y recopilar datos sobre estas esferas en las playas de todo el mundo.
La actividad se realiza cada año durante 10 días en los cuales ciudadanos científicos registran lo que encuentran en un mapa que muestra el alcance de la contaminación y su cambio con el tiempo.
Desde el 2012, el número de playas ha sumado 1610 en 18 países, con más de 60 organizaciones involucradas.