- La presidenta mexicana llega a su primer cara a cara con Donald Trump en medio de presiones de seguridad, tensiones hemisféricas y omisiones estratégicas que ya inquietan a Washington y Ottawa.
La primera reunión entre la presidenta Claudia Sheinbaum y Donald Trump será breve, pero no menor. En Washington se interpreta como un encuentro que podría marcar el tono de la relación bilateral en un momento especialmente volátil para América del Norte: ofensivas antidrogas más agresivas, preocupaciones crecientes sobre la seguridad del Mundial 2026 y rezagos tecnológicos de México frente a amenazas criminales que sus socios ya consideran críticas.
Ernesto Madrid
Desde la Casa Blanca, Trump ha endurecido su discurso con una propuesta que amplía las operaciones del Pentágono contra el narcotráfico, no solo en el Caribe, sino directamente sobre rutas terrestres en países como Colombia y Venezuela. La señal es inequívoca: Washington está dispuesto a pasar del monitoreo a la acción directa. Y cuando eso ocurre, México nunca queda fuera del radar, aunque no sea mencionado por nombre, postura que Marco Rubio avalo porque dijo, no confía en Maduro.
La liberación del expresidente hondureño Juan Orlando Hernández —condenado a 45 años por narcotráfico y beneficiado por un perdón presidencial firmado por el propio Trump— volvió a poner la geopolítica centroamericana en el centro de la discusión. La decisión, revelada en registros del Bureau of Prisons, genera fricciones en la región y alimenta suspicacias sobre los criterios estadounidenses en su política antidrogas.
En paralelo, la presidenta Sheinbaum intenta contener otros frentes. Negó que las remesas tengan vínculos con lavado de dinero, pese a la alerta formal de la FinCEN. Aunque su postura mantiene la línea política de Palacio Nacional, en Washington el tema se discute con creciente insistencia.
En tanto, en las reuniones trilaterales rumbo al Mundial 2026, Estados Unidos y Canadá han planteado un punto que se ha vuelto central: la capacidad de México para garantizar seguridad en sus sedes. El foco no está en Ciudad de México ni Monterrey, sino en Guadalajara, donde ambos países consideran posible —aunque sin evidencia concluyente— un intento de ataque por parte del Cártel Jalisco Nueva Generación.
Las autoridades de seguridad estadounidenses han advertido además sobre el uso cada vez más sofisticado de drones con fines criminales en México. Mientras Washington solicitó 500 millones de dólares para sistemas de detección y neutralización, México redujo su presupuesto a 45 millones el año pasado y para este ciclo la categoría ni siquiera aparece como partida independiente. En reuniones oficiales, el tema se menciona, pero sin integrarlo al contexto más amplio de amenazas tecnológicas.
Para analistas consultados por agencias de seguridad norteamericanas, México se ha convertido —sin declararlo— en un laboratorio de tácticas criminales con potencial de impacto internacional. La preocupación ya es compartida por los equipos de seguridad de los tres países.
Sheinbaum, por su parte, confirmó que sostendrá un “pequeño” encuentro con Trump y otro con el primer ministro canadiense, Mark Carney, previo al evento oficial de cara al Mundial de Futbol 2026 donde se definirán las sedes. Será un encuentro de pocos minutos, pero cargado de temas pendientes y presiones dispares.
Trump llega con una línea dura reactivada. Carney llega con inquietudes sobre seguridad y coordinación técnica.
México llega con información incompleta, rezagos presupuestales y la expectativa —cada vez más difícil de sostener— de que el escenario no se deteriore antes del Mundial.
Lo que se discuta en esa reunión “pequeña” podría definir, en gran medida, la primera etapa del gobierno de Sheinbaum en materia de seguridad y diplomacia. Lo breve no siempre es lo simple. Y en Washington, cada minuto cuenta.
@JErnestoMadrid
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