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La popularidad de Sheinbaum sufre ligera erosión, pero se mantiene elevada

  • La población aprueba el manejo económico de la presidenta y el haber mantenido las transferencias sociales, pero desaprueban el manejo de la seguridad y la corrupción

Aunque Claudia Sheinbaum conserva una popularidad envidiable para cualquier jefe de Estado, la luna de miel con la ciudadanía muestra señales de desgaste. A casi un año de haber iniciado su gobierno, las encuestas más recientes coinciden: la gente aprueba a la presidenta, pero no tanto a su gobierno.

Ernesto Madrid

De acuerdo con un análisis de Citi y encuestas de Mitofsky, El Financiero, Altica y QM/El Heraldo, la aprobación presidencial ronda un promedio del 75% en junio, con una ligera caída respecto al pico de marzo, cuando llegó al 78%. Si bien la cifra sigue siendo altísima, el descenso de 3 puntos porcentuales netos en tres meses refleja un desgaste natural, pero también una alerta temprana: las expectativas están ahí, y el gobierno aún no las alcanza.

La clave está en los matices. La población respalda el manejo económico y valora la continuidad de los programas sociales, dos pilares que el obradorismo convirtió en dogmas. Ocho de cada diez personas aprueban el desempeño del gobierno en el reparto de transferencias, y dos tercios opinan positivamente sobre la conducción de la economía.

Pero la seguridad y la corrupción siguen siendo talones de Aquiles. La narrativa oficial insiste en una baja en los delitos, pero el 60% de los ciudadanos cree que la inseguridad es el principal problema del país, según coinciden Mitofsky y El Financiero. Y eso pesa, porque las cifras del Secretariado Ejecutivo o las conferencias matutinas no compiten con la experiencia diaria de los mexicanos que viven bajo el asedio de la violencia, los robos o la extorsión.

La corrupción aparece como el segundo problema más señalado por los encuestados. Y no es para menos. Las recientes revelaciones del Departamento del Tesoro de EE. UU. sobre presuntas operaciones de lavado de dinero en instituciones financieras mexicanas como CIBanco, Intercam y Vector —cuyos vínculos llegan hasta Alfonso Romo, exjefe de Oficina de AMLO—, han puesto los reflectores sobre una clase política que prometió limpieza, pero que comienza a ensuciarse con el mismo lodo de sus antecesores.

El dato más revelador, sin embargo, es que la percepción pública se distancia del discurso oficial. A pesar del tono triunfalista del gobierno, las encuestas dejan claro que la ciudadanía exige resultados, no relatos. Ni siquiera los niveles récord de aprobación son inmunes al juicio ciudadano cuando el crimen sigue en las calles y los escándalos de corrupción asoman desde adentro.

En términos históricos, Sheinbaum mantiene el mejor desempeño comparado con sus cinco antecesores al mismo tiempo de gestión. Ni AMLO, ni Peña Nieto, ni Calderón, ni Fox —mucho menos Zedillo— gozaron de estos niveles de aprobación al cierre del primer año. Pero también es cierto que todos comenzaron a caer después de ese punto. Y el caso de López Obrador, que perdió apoyo tras el “culiacanazo” en 2019, es un recordatorio de que la percepción puede cambiar radicalmente en un solo evento mal manejado.

Por eso, el reto de Sheinbaum no está solo en mantener la popularidad, sino en convertirla en gobernabilidad efectiva. Porque de poco sirve tener respaldo si el desempeño en seguridad o combate a la corrupción no está a la altura. El bono democrático se gasta, y rápido.

Hoy, la pregunta es: ¿Puede Claudia Sheinbaum romper el ciclo de decepción que han vivido todos los presidentes modernos en México?
El tiempo —y los resultados reales— lo dirán.

@JErnestoMadrid

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