Si conjuntáramos todas las lenguas maternas del mundo sería como tener un caudal de sabiduría interminable, así lo piensa el cineasta mexicano Juan Mora Cattlet cuyo cine revalora las lenguas originarias.
Para el también editor y guionista, el preservar y difundir las lenguas indígenas en México supone explorar las voces de la humanidad, las memorias culturales de los pueblos conformadas durante miles de años.
En el marco del Año Internacional de las Lenguas Indígenas, el realizador asegura que la lengua madre resguarda las expresiones culturales de las etnias, al igual que “su pensamiento, su arte y sabiduría, y además contribuye a la creación de una sociedad moderna multilingüe”.
Los dos largometrajes hasta ahora dirigidos por Mora Cattlet son Retorno a Aztlán (1990), hablado en náhuatl, y Eréndira Ikikunari (2006) hablado en purépecha. Actualmente prepara en un nuevo filme: Colonia, con textos en náhuatl:
“Es una novela que cuenta la historia de 13 frailes que llegan a la Nueva España cinco años después de la Conquista, pero uno de los religiosos no viene a evangelizar sino a buscar en secreto el tesoro de Moctezuma”, comenta.
Su inquietud por hacer largometrajes con figuras históricas nació cuando se fue a estudiar la maestría en Montaje Cinematográfico en la Facultad de Cine y Televisión de la Academia de Bellas Artes de Praga (FAMU), hoy República Checa, en 1969: “Noté que en este pequeño país europeo sus expresiones culturales estaban muy arraigadas en la población. En México, una nación llena de color, historia, mitos y lenguas indígenas, no se sentía ese amor por las raíces”.
De vuelta en nuestro país se dio a la tarea de hacer un largometraje que hablara sobre la Gran Tenochtitlán. Así, en 1997 empezó a tomar forma Retorno de Aztlán: “Parecía muy fácil hacer esta película con una historia contada cientos de veces, pero no fue sencillo, porque el náhuatl siendo el segundo idioma más hablado en nuestro país tiene muchas variantes lingüísticas en cada región.
“Afortunadamente encontré al Dr. Federico Navarrete, y él hizo la traducción de los textos al náhuatl clásico del Siglo XVI. El proceso de selección de los actores fue rápido; lo que se llevó más tiempo fue la grabación de la música ya que se hizo con instrumentos indígenas americanos precolombinos”, aseveró.
En Eréndira Ikikunari el cineasta narra un episodio de la Conquista, basándose en una leyenda del siglo XVI. Trata sobre una mujer guerrera purépecha que ante la invasión de los españoles defiende a su pueblo con dignidad y respeto, montada en un caballo blanco.
Cuando el cineasta empezó a trabajar el guion se dio cuenta que Eréndira no aparece en las fuentes históricas de Michoacán, aunque sí figura en la tradición oral de la región.
Fue el 21 de febrero de 2007, a propósito del Día Internacional de la Lengua Materna, que Juan Mora recibió un reconocimiento por parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP), por la difusión de las lenguas indígenas en los medios masivos de comunicación.
Hijo de la artista plástica estadounidense Elizabeth Catlett, el también docente del Centro de Estudios Cinematográficos (CUEC) asegura que el arte lo trae en la sangre, aunque en la adolescencia su sueño fue estudiar física nuclear.
“Me decidí por la cinematografía, porque la física y el cine se parecen mucho, los dos apuntan a la realidad. La física se centra en todo lo que somos en el fondo, producto de una evolución de millones de años, en tanto que el cine es el transmisor de la imagen y las emociones del mundo”.