Por Luis Nuñez Noriega
La reelección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos marca un punto de inflexión significativo en la geopolítica global, especialmente en el ámbito de los semiconductores y las cadenas de suministro tecnológicas. Su retorno al poder, acompañado de políticas proteccionistas más estrictas, promete redefinir las dinámicas económicas y estratégicas entre las grandes potencias y sus aliados.
Uno de los aspectos clave que podrían verse afectados es el "CHIPS and Science Act" implementado por el presidente Joe Biden en 2022. Esta legislación bipartidista busca impulsar la producción nacional de semiconductores y reducir la dependencia de proveedores extranjeros, particularmente de Asia. El acto contempla una inversión de aproximadamente 52 mil millones de dólares en subsidios y fondos para la investigación, desarrollo y fabricación de semiconductores en Estados Unidos, así como incentivos fiscales adicionales.
La llegada de Trump podría introducir incertidumbre en la implementación del CHIPS Act. Si bien durante su primer mandato Trump enfatizó la necesidad de fortalecer la industria manufacturera estadounidense y reducir la dependencia de China, su enfoque hacia los gastos gubernamentales y programas federales masivos ha sido más escéptico. Podría optar por reevaluar o reorientar los fondos destinados al CHIPS Act, priorizando quizás incentivos fiscales o arancelarios en lugar de subsidios directos y programas de investigación.
Además, Trump ha mostrado en el pasado una tendencia a favorecer acuerdos bilaterales y medidas unilaterales sobre iniciativas multilaterales o bipartidistas. Esto podría afectar la colaboración entre el gobierno federal, las empresas privadas y las instituciones académicas que es fundamental para el éxito del CHIPS Act. La posible reorganización de las prioridades presupuestarias y políticas podría ralentizar los esfuerzos para fortalecer la posición de Estados Unidos en la industria de semiconductores.
El proteccionismo de Trump, caracterizado por aranceles elevados y restricciones comerciales, tiene el potencial de alterar profundamente el flujo del comercio internacional. Durante su primer mandato, estas políticas generaron tensiones con China, iniciando una guerra comercial que impactó no solo a ambos países, sino también a la economía global. La intensificación de estas medidas podría exacerbar las fricciones existentes, afectando mercados emergentes y aliados tradicionales.
La escalada en la guerra comercial entre Estados Unidos y China podría llevar a una fragmentación aún mayor del sistema comercial multilateral. Los países miembros del BRICS—Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica—podrían consolidar sus relaciones económicas y estratégicas como contrapeso a las políticas estadounidenses. Esta polarización tendría implicaciones significativas para el orden global, afectando acuerdos comerciales, inversiones extranjeras directas y cooperación tecnológica.
En este contexto, la estrategia de nearshoring adquiere una relevancia renovada. Durante los últimos años, Estados Unidos ha promovido la relocalización de empresas manufactureras y tecnológicas desde Asia hacia América del Norte, con el objetivo de reducir la dependencia de cadenas de suministro extranjeras y fortalecer la industria nacional. México, en particular, se ha posicionado como un socio clave en este proceso, aprovechando su proximidad geográfica y acuerdos comerciales como el T-MEC.
El regreso de Trump podría introducir incertidumbres en esta dinámica. Su enfoque en "América Primero" y su retórica hacia México en el pasado sugieren posibles desafíos. Las políticas migratorias estrictas y las amenazas de aranceles podrían tensar las relaciones bilaterales, afectando proyectos conjuntos y la confianza de las empresas en invertir en la región. Esto podría obstaculizar los esfuerzos de nearshoring y la integración regional en la industria de semiconductores.
No obstante, es posible que la administración Trump reconozca la importancia estratégica de fortalecer las cadenas de suministro regionales para competir con China en el sector de semiconductores. Podría ofrecer incentivos a empresas estadounidenses para que trasladen sus operaciones de Asia a territorio nacional o a países aliados cercanos, siempre que los beneficios económicos sean tangibles para Estados Unidos. La colaboración con México y otros países podría mantenerse, pero bajo términos más estrictos y con condiciones que prioricen los intereses estadounidenses.
La industria de semiconductores es particularmente sensible a estos cambios. Como componente esencial de la tecnología moderna, su producción y distribución son de interés estratégico para las naciones. Las políticas de Trump podrían acelerar los esfuerzos para establecer una cadena de suministro de semiconductores más autónoma en Occidente, pero también podrían provocar reacciones adversas de otras potencias y complicar las alianzas internacionales necesarias para el desarrollo tecnológico.
Además, es importante considerar el impacto en la innovación y el desarrollo tecnológico. La posible disminución de fondos para investigación y desarrollo derivados de cambios en el CHIPS Act podría ralentizar el progreso científico. Las restricciones a la cooperación internacional y el intercambio de conocimiento podrían limitar la capacidad de Estados Unidos para liderar en innovación tecnológica.
En conclusión, la segunda presidencia de Donald Trump introduce variables complejas en la geopolítica de los semiconductores y el nuevo orden global. Si bien sus políticas proteccionistas buscan fortalecer la posición de Estados Unidos, también pueden generar tensiones y contratiempos en las relaciones internacionales y en la economía mundial. La reevaluación del CHIPS Act y las inversiones asociadas podría alterar significativamente el panorama de la industria tecnológica, afectando no solo a Estados Unidos sino también a sus socios comerciales y aliados estratégicos.
La respuesta de China y sus aliados del BRICS será determinante en la configuración futura del mercado tecnológico. La pregunta central—¿Quién derrotará a China?—sigue abierta. Es posible que no se trate de una derrota en términos absolutos, sino de cómo las naciones gestionan sus interdependencias y compiten en un entorno cada vez más multipolar. La colaboración estratégica, la innovación constante y la adaptación a las nuevas realidades geopolíticas serán esenciales para cualquier país que aspire a liderar en el ámbito de los semiconductores y más allá.
El futuro de la industria tecnológica y el equilibrio global dependerán de las decisiones que tomen los líderes actuales. La historia ha demostrado que el aislamiento y el proteccionismo pueden ofrecer ganancias a corto plazo, pero a menudo a costa de la cooperación y el progreso a largo plazo. En este momento crítico, es fundamental que las naciones busquen un equilibrio entre la protección de sus intereses nacionales y la participación constructiva en el sistema internacional.