En México, los casos de denuncias falsas por violación, aunque estadísticamente minoritarios, han provocado devastadoras consecuencias para hombres inocentes. Este reportaje examina a fondo el caso de Raúl Rodríguez González, un ciudadano acusado de una violación cuya versión presenta graves inconsistencias periciales.
La noche del 22 de noviembre de 2024 se grabó a fuego en la memoria de Raúl Rodríguez González, padre de familia de 62 años, quien padece de una afectación cardiaca. Una acusación, que él categóricamente ha rechazado, y que lo envolvió en una pesadilla de la que aún no despierta. Todo comenzó, según su relato, cuando una mujer desconocida lo señaló directamente de haberla violado. La supuesta víctima afirmó que mientras caminaba por la banqueta, él la había tomado del cabello para meterla por la fuerza a través de la ventana de su propio vehículo y, ya estando dentro, la violó brutalmente. Estos hechos fueron presenciados por un sujeto que venía en otro vehículo, quien justo circulaba cuando la mujer agredida sexualmente descendía del automóvil de Rodríguez González.
Este supuesto testigo llamó al 911 para denunciar los hechos y, en cuestión de minutos, una patrulla apareció para interrumpir abruptamente el tránsito del vehículo que manejaba Raúl Rodríguez. Sin pruebas ni evidencia que confirmaran la versión de la mujer, y sin que se presentara ninguna identificación formal, Raúl fue detenido y registrado en calidad de sospechoso. La detención fue inmediata, y en cuestión de horas fue remitido al Reclusorio, acusado de haber cometido un delito sexual.
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Raúl vivió una odisea que evidenció las fallas del sistema: fue sometido a maltratos, a una acusación que se basaba solo en testimonios falsos, sin acceso a pruebas reales y sin que las autoridades le brindaran apoyo ni respaldo. La carpeta de investigación, incluso hoy, sigue sin avanzar. La fiscalía aún no ha asignado un ministerio público al caso, y las investigaciones parecen estar estancadas, sin una sola prueba concreta contra él.
Tras dos días en prisión, finalmente fue liberado, pero no sin pagar un precio emocional y social. Actualmente, Raúl se encuentra en espera de una respuesta formal a una queja que presentó ante el órgano de control, la cual busca denunciar no solo la falsedad de las acusaciones en su contra, sino también las posibles irregularidades, la pasividad de las autoridades y la utilización de estas denuncias como arma de venganza o de extorsión.
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El relato de Raúl expresa que este tipo de denuncias falsas se están volviendo cada vez más frecuentes y que no solo responden a venganzas personales, sino que también son contratadas por terceros que solo buscan dañar la dignidad y la reputación de las personas acusadas sin pruebas. La finalidad, muchas veces, es manipular el sistema para obtener beneficios económicos o simplemente para destruir la vida de quienes terminan siendo víctimas de estas artimañas.
Hoy, Raúl espera que su denuncia sirva para alertar sobre la grave problemática de las denuncias falsas, y para que las instituciones tomen cartas en el asunto y fortalezcan sus mecanismos de investigación, sancionando a quienes utilizan la mentira como arma de venganza o de daño personal. Mientras tanto, él continúa en su lucha por la justicia y por recuperar su dignidad, víctima de una práctica que, cada vez, parece estar más extendida en la coyuntura social actual.
La verdad no tiene género.
Estudios internacionales muestran que las denuncias falsas por violación representan entre el 2% y el 10% de los casos, dependiendo del país y de la metodología del estudio. En México, los datos oficiales son escasos y dispersos, lo que dificulta tener un panorama claro. Sin embargo, expertos alertan sobre un fenómeno emergente: la instrumentalización del discurso feminista radical para fines personales, legales o económicos que, lejos de empoderar a las víctimas reales, las desacredita y vulnera aún más.
No se trata de deslegitimar la lucha contra la violencia de género, sino de exigir que el sistema judicial mexicano investigue con profundidad, sin prejuicios ni presunciones. Tanto una víctima verdadera como un acusado inocente merecen justicia.
Te compartimos la entrevista completa: