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El Liberalismo y sus coyunturas. (Parte 3)

La Revoluciones de 1968

 

La última coyuntura significativa del liberalismo la encontramos en 1968. Justo en ese año, en gran parte del mundo las generaciones de jóvenes universitarias se movilizaron con la exigencia de cambiar a una sociedad anacrónica e inmóvil, que vivía con la promesa permanente del desarrollo y el progreso económico; que habían sido ampliamente difundidos, como objetivos fundamentales del periodo hegemónico liberal de los Estados Unidos.

La realidad es que el recetario del liberalismo no pudo aplicarse de la misma forma en todos los rincones del mundo; por el contrario, tuvo resultados contradictorios dependiendo de la región en la que se quiso llevar a cabo la domesticación liberal. De ahí que las manifestaciones de los jóvenes no solo fueran encaminadas a reclamar mejores condiciones de vida, sino que eran en sí, el resultado de un hastió social del ideal occidentalizado de progreso.

Lo cierto es que lejos de consumarse y expandirse la promesa del ideario liberal, el consenso comenzó a desarticularse. De ahí que las movilizaciones de los jóvenes estudiantes y de otros que buscaban resarcir y reinsertar a grupos bien identificados; como los afroamericanos o las mujeres, fueran las primeras que desde 1945 ponían en tela de juicio, no solo el sistema económico, sino la construcción cultural legitimadora del liberalismo.

Y así para 1989 y después de la caída de los comunismos, el consenso liberal y la hegemonía de los Estados Unidos se debilitaba; dando paso a otra era en la cual hasta la fecha se sigue buscando un significante político y económico que incluya y de certeza a todas las naciones del orbe. Menuda problemática, toda vez que con el proceso globalizador que sustituyó la vieja idea del proteccionismo, los centros de poder político y económico se diversificaron y mantuvieron cierta fluctuación de acuerdo principalmente, a los indicadores económicos y del mercado.

Y aquí es en donde es preciso retomar las interrogantes que se hicieron al final de la entrega pasada. ¿Cuál es la herencia del liberalismo en estos días? Yo diría que quedan las bases fundamentales de los Estados Nación, de los ideales de la Revolución Francesa y de la democracia como gobierno. ¿Cuál es el motivo de su lucha en la actualidad? Me parece que sobrevivir, poder cumplir categóricamente con la intención de conseguir la libertad de todos los humanos, de otra forma estaría condenado a desaparecer.

El liberalismo de hoy no es aquella construcción ideológica que marcó una era trazando el camino de la humanidad; y no lo es en tanto que los arreglos coyunturales que lo hicieron ser la ideología dominante en el mundo han desaparecido, es decir, aquel orden que lo vio ser hegemonía hoy no existe más. Aunado a ello, la reconfiguración geopolítica descubrió nuevos bloques que están llamados a ser artífices del relevo del liderazgo mundial, de ahí que las disputas por el comercio y el control de los mercados articulen acuerdos a la vez que otros desaparecen. Este es el escenario de estos días, uno en el que todo es pasajero y está en constante movilidad, pues al parecer no hay acuerdo eficaz ni lideres capaces de generar el siguiente bloque hegemónico, que bien podría ser encabezado por un país asiático, algo que nunca se ha visto.

El sabor de boca que al final queda es el de la desazón de la promesa incumplida; es el de la constante tendencia del liberalismo a ser centro y no ser nada, acomodaticio, tal vez pragmático. El mismo, entró en una zona en la que lejos de buscar la distribución del desarrollo económico y del poder político entre todos los ciudadanos, procuró la seguridad de los goces privados de unos cuantos que se denominaron a sí mismos liberales.

Después de la ruptura de la hegemonía estadounidense, parece existen más certezas que con las promesas de aquella época, lo digo en el sentido de saber que el liberalismo no es el camino, al menos no el que se vivió a partir de 1945. Considero que este es el momento de generar nuevas ideologías que abracen y alcancen a explicar lo que sucede con las sociedades; la nostalgia y viejas glorias son parte ya de un ideario anacrónico y estéril.

Las sociedades y las nuevas generaciones están llamadas a reestructurar, a repensar los planteamientos y a generar alternativas ideológicas que alcancen y abracen a los que quedaron siempre al margen; a los emergentes, a los que permanecen en vías de desarrollo, a los multiculturales, multiétnicos, a los que se rigen a través de sus viejos usos y costumbres; a todos aquellos inmersos en la otredad. Aquella intención de universalidad liberal es en realidad la utopía; homogeneizar la diversidad humana y occidentalizar la sociedad, es un capricho que le ha costado mucho a la humanidad.

La respuesta desde mi perspectiva sigue siendo el soberano, los pueblos y la organización de las sociedades, que por cierto, hoy ya ocupan lugares que hace no mucho eran exclusivos de los Estado. El camino comienza dejando atrás las idolatrías; así como un día se construyeron los Estados Nación en atención a episodios políticos coyunturales en específico, tal vez el de hoy sea momento de desarticularlos y buscar alternativas que revitalicen la relación de los ciudadanos con las instituciones políticas, culturales e ideológicas.

Por último, considero que el de la actualidad, es el momento de la sociedad civil de construir alternativas horizontales que incluyan a todas las luchas; que aglomeren distintas consignas para presionar juntos sobre el mismo punto, la libertad de todos los hombres, con el interés primordial de fomentar la construcción de formaciones económicas, políticas y sociales, más humanas y menos liberales.

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