- Las remesas caen 1.7% y los apoyos sociales pierden respaldo, mientras el gobierno presume recaudación récord. La contabilidad luce impecable… hasta que se revisa lo que está debajo de la alfombra.
El reporte de finanzas públicas a octubre, que dio a conocer la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) llegó con cifras que el discurso oficial celebra como prueba de solidez fiscal.
A primera vista, el panorama luce impecable: los ingresos tributarios crecieron 6.1% real, el IVA avanzó 5.2%, el ISR 5.5% y el IEPS —ese eterno paciente en terapia intensiva— dio señales de vida con un repunte de 5.7% impulsado por gasolinas. El ingreso total subió 6.6% real y permitió convertir un déficit primario en superávit. Nada mal para un país que suele operar con el cinturón apretado y los bolsillos rotos.
Ernesto Madrid
No obstante, octubre también trajo la primera señal de alerta que ningún discurso puede suavizar: el envío de remesas cayó 1.7% anual, a 5,635 millones de dólares. Es la contracción menos pronunciada desde abril, sí, pero marca una tendencia a la baja en el principal salvavidas económico de millones de hogares.
Simultáneamente, la opinión favorable sobre los programas sociales —el activo político mejor evaluado de la presidenta Sheinbaum— se desplomó de 81% a 69%, mientras el rechazo saltó a un inédito 27%, de acuerdo a la encuesta de El Financiero. Un doble golpe que ni los mejores números recaudatorios pueden maquillar.
Y es que detrás de la fortaleza aparente, el informe deja ver grietas profundas. La más evidente: la inversión física cayó 29% real. El Estado recauda más… pero construye menos. Infraestructura, movilidad y equipamiento público fueron sacrificados para que las cuentas cuadraran en el papel. La inversión, sin considerar a Pemex, se hundió a 441 mil millones de pesos, 180 mil millones menos que el año anterior.
El capítulo Pemex merece mención aparte. La petrolera aportó 204 mil millones a la Federación entre enero y octubre, pero recibió transferencias por 386 mil millones. Resultado: un saldo negativo de 182 mil millones para el erario y una distancia abismal respecto a la meta gubernamental, que esperaba ganar 234 mil millones netos y terminó perdiendo 417 mil millones frente a lo proyectado. Matemática simple, consecuencias complejas.
Mientras tanto, el costo financiero de la deuda rompió récord: un billón de pesos en diez meses, el nivel más alto en un cuarto de siglo. Un incremento real de 7.9% que evidencia que el país paga más y debe más, incluso cuando presume recaudar más.
La rigidez del gasto tampoco ayuda. Pensiones crecieron 7.5% real, servicios personales 3.2% y participaciones a estados 6.4%. Gasto obligatorio que avanza como locomotora, mientras áreas estratégicas frenan.
El faltante final —284 mil millones de pesos— ya golpea dependencias clave:
- Salud: subejercicio del 26%
- Infraestructura, Comunicaciones y Transportes: 29.1% por debajo
- Medio Ambiente: recorte de 29.2%
- La excepción, como siempre, fue la Secretaría de Energía, cuyo gasto se disparó 181% debido a los apoyos extraordinarios para Pemex y el subsidio a la refinería Olmeca mejor conocida como Dos Bocas en Tabasco.
Así, los ingresos adicionales por recaudación (90 mil millones) y por fuentes no petroleras (43 mil millones) se evaporaron frente al abismo petrolero. Un agujero negro que se traga excedentes, previsiones y discursos.
Las luces de la recaudación deslumbran, sí; pero las sombras del gasto inercial, de la inversión colapsada y de las paraestatales en cuidados intensivos son más largas. Y si no se atienden, terminarán por cubrirlo todo… incluso las cifras que hoy parecen tan brillantes.
@JErnestoMadrid
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