“No mentir, no robar y no engañar” bajo su promesa de que acabaría con la corrupción y “que nunca se permitiría el amiguismo, el influyentísimo y el nepotismo, ninguna de esas lacras de la política (porque) Morena debe ser faro de moralidad”, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que “un corrupto, no puede gobernar”.
Ernesto Madrid
“Si yo puedo hablar como estoy haciendo es porque tengo autoridad moral, y si se tiene autoridad moral, se tiene autoridad política y ya no se puede gobernar un país tan excepcional como México… sin tener integridad” entre lo contradictorio de que la nueva clase gobernante aparecen con señalamientos de lo que dijo que evitaría.
Dicho de otra forma, en el fondo, lo que se quiere instaurar es el nuevo Estado mafioso como con el neoliberalismo, solo que renombrado en transformación y robustecido con nuevos nombres, pero con viejas alianzas porque ese argumento de que debemos escoger entre Cárdenas y Salinas; entre el modelo nacionalista y el modelo neoliberal es una falsa disyuntiva con argumentos político-electorales.
Sin embargo, López Obrador señala que su legado principal son dos cosas que lo llenan de orgullo: la primera que junto con muchas mujeres y hombres ayudó a cambiar la mentalidad del pueblo, lo que llamó la “revolución de las consciencias” que, en el fondo, acaparo a la sociedad mexicana, con su gobierno económico nacionalista que justifica con la polarización política que promueve la Cuarta Transformación.
Su partido-gobierno-movimiento no ha hecho otra cosa que empoderarse, discursivamente con los de abajo, los oprimidos, los desposeídos, los habitantes de rancherías y los pueblos sin agua potable o luz o pavimento o escuelas, pero que en realidad no ha rescatado al México de los privilegiados. Solo distorsiona la realidad porque en los hechos, no son distintos ni distantes; en la práctica, son iguales.
Es por eso, que, en plena época electoral, aprovecha los espacios de medios extranjeros para reiterar su discurso, como lo hizo en una entrevista con la periodista Sharyn Alfonsi del programa “60 Minutos” de la cadena estadounidense CBS donde dijo que, en septiembre próximo entregará la banda presidencial a “alguien” que piensa como la mayoría de los mexicanos.
Pero en contraste, hay muchos nombres y una vieja, pero se hace llamar nueva generación de integrantes de la llamada 4T que son ventilados y señalados en escándalos documentados de corrupción, ineficacia en sus gestiones públicas, tráfico de influencias, amiguismos y nepotismos con la nueva clase gobernante.
Por mencionar solo algunos, está Rocío Nahle, Andrés, Gonzalo y José Ramón López Beltrán y Almicar Olan con sus actos de amiguismo y nepotismo; o Ignacio Ovalle, Javier May, Mario Delgado, Erasmo González, Manuel Bartlett, Andrea Chávez y hasta Javier May, el responsable de la construcción del Tren Maya que ahora quiere ser el gobernador de Tabasco y que este lunes le publicaron en redes que se está transportando en camionetas de lujo, propiedad del empresario Esdras Taracena, quien fue contratista justo del citado Tren Maya que ayer se descarriló y en fin, toda una nueva clase gobernante con las misma prácticas de aquellos políticos neoliberales, que culpa y con los que se justifica López Obrador, para que los suyos en su movimiento, sigan con las mismas prácticas de siempre con un ´líder’ que al final reconoció que en México si se produce fentanilo.
“El fentanilo se produce en Estados Unidos, Canadá y México. Y los precursores químicos proceden de Asia. ¿Sabes por qué no tenemos el consumo de drogas que tienes en Estados Unidos? Porque tenemos costumbres, tradiciones y no tenemos el problema de la desintegración de la familia, quién en clara contradicción a la realidad, dijo que en México hay consumo de droga “pero muy poco”.
