Fuera de todo esto, que no cuenta para nada,
¿Qué se puede hacer en este país?
Nada, ni dejarse engañar.
Juan Carlos Onetti
Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
Estimado lector, gracias. Que rápido pasó la tregua de la 4T por los tres días de luto nacional debido a los más de 90 mil muertos por el Covid-19, pero queda muy claro que Andrés Manuel López Obrador no va a cambiar el rumbo para nada, ni en cómo se enfrenta la crisis sanitaria, ni la económica, ni mucho menos la política para el próximo año, está convencido de las formas y los fondos, aunque los especialistas y los indicadores sugieren que ese no es el camino, sigue pensando que le cayó “como anillo al dedo”.
Aquí lo he dicho y lo seguiré haciendo, la estrategia de división se ha convertido en una política cotidiana que se replica en los tres niveles de gobierno que tiene Morena. La narrativa de culpar al pasado les ha resultado muy bien, es el distractor perfecto para desviar las miradas críticas del presente que piden resultados, así se han ido casi dos años de administración, cuando parece que se agota ese discurso llega uno y otro escándalo que le sirve al hombre orquesta.
Después de tantos y tantos años de estar en campaña, de dedicarse a la política de manera profesional y de ser el político más importante del siglo XX, “el Pejelagarto” nos resultó de piel delgada. Pues resulta que sentir la presión política de los gobernadores para ser recibidos por el PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, exigir un mejor trato para sus entidades en cuestión del pacto fiscal y la repartición de recursos, el manejo del Covid-19 y otras peticiones es faltarle al respeto a la investidura presidencial.
No hace mucho tiempo, López y los suyos, llamaban a la desobediencia civil pacífica porque no ganaron la presidencia, fue presidente legítimo proclamado a mano alzada en el Zócalo de la Ciudad de México, cerraron Paseo de la Reforma ocasionando el quebranto de negocios y pérdida de empleos, criticaban severamente a Fox, Calderón y Peña, fueron los peleles, los innombrables, los espurios, los guapitos, los pirrurris, los de la mafia del poder. ¿Eso no fue insultar? ¿No fue faltarle a la investidura?
Dejar libre al hijo del afamado capo sinaloense, Ovidio Guzmán, saludar familiarmente a la abuela de este y a su abogado, decir que no le gusta llamar “Chapo” a Joaquín Guzmán Loera y ofrecer disculpas, justificar los dineros recibidos para su movimiento como aportaciones y una larga lista ¿no es faltarle al respeto a la investidura?
AMLO es uno de los mejores estrategas políticos, que no es lo mismo que gobernar o administrar, en ese tenor estira la liga para que la polémica con los gobernadores de la Alianza Federalista aguante para la elección. Pero el asunto es que la exigencia de la reunión debería darse, porque no existe la figura de secretaria de Gobernación que resolviera el asunto, entonces le toca a López.
Todos estos temas son el justificante perfecto para todas las partes, uno no los recibe, otros piden, el otro los califica de irrespetuosos, aquellos no rinden cuentas y culpan a la federación. Así es la política de altura, les cayó como anillo al dedo.
Entre Palabras
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Hasta la próxima.