Incertidumbre, así podría definirse el rocoso caminar de las familias que, envueltas en una tragedia de inseguridad, esperan no ya encontrar justicia, sino solo una respuesta de lo que pasó. También, es un estado anímico que paraliza cualquier intención de progreso, idea de superación y que sumerge a la ciudadanía y la sociedad en una inmovilidad que aderezada con el miedo reproduce las redes de paranoia y desconfianza entre unos y otros.
Con solo ser testigo circunstancial de un hecho como estos; porque por ahí uno pasaba, regresaba de su trabajo o simplemente salía a comprar algo en la tienda, puede uno notar la ausencia de profesionalismo de los cuerpos de seguridad, y de lo lento de la respuesta de equipos de emergencia. No hace falta más que un poquito de sentido común para darse cuenta de que estamos lejos de consolidar un aparato policial y de emergencias que atienda con prontitud y efectividad las tragedias a las que nos exponemos todos los ciudadanos.
Con esta ausencia institucional, queda implorar como último recurso, ya dada la desesperación de las víctimas, a la bondad de los hombres o a la ética ciudadana para esperar que estos acontecimientos, que dejan sin padres a hijos y viudas a las mujeres, dejen de ser tan recurrentes y tan cotidianos como lo es cruzar la calle y comprar un litro de leche. Es decir, seguir apelando para que, a través del ejercicio de los mismos por parte de los ciudadanos, se desarticulen las redes de paranoia y desconfianza y se restituya el estado de confianza y respeto entre todos.
Así la vida de muchos que salen sin saber si regresaran, o de otros como del que fui testigo, que empeñan su esfuerzo y aliento final para llegar con los suyos; quizá para cerrar el ciclo del día o porque como lo refieren quienes lo conocían, era inmensamente feliz en casa. Una carpeta de investigación tiene como evidencia su cuerpo que yacio por horas en la vía pública en medio de un acontecimiento de los que muchos hablan y pocos saben, incluso los policías, quienes tardaron muchísimo en resguardar una escena y procurar la cadena de custodia de los indicios que se perdieron entre el tumulto de gente que se acercó a ayudar, o bien, a obtener una buena imagen para viralizar.
Lo cierto es que en este suceso no solo se desvanecieron las evidencias de un caso, sino una oportunidad más de reconstruir el tejido social mediante la procuración de la justicia y así regresar la confianza de la ciudadanía en las instituciones de seguridad.
Lo cierto es que en este contexto no solo se desvanecieron las evidencias del caso, sino las certezas de los deudos que en un marasmo de incertidumbre ya no imploran por justicia, sino que se conforman con al menos saber qué fue lo que pasó.