En recientes días en la Ciudad de México, hemos sido testigos de eventos vandálicos que en paralelo a las manifestaciones, han dejado atrás destrozos y noticias de esas que le hacen el día a cualquier cualquier televisora.
Lo primero es distinguir lo que es la manifestación de lo que es un hecho vandálico; no podemos equipararlos ni darles el mismo tratamiento por más que el noticiero los ponga en la misma sección. Desafortunadamente muchas de los espectadores han construido sus conceptos a partir de lo que los medios comentan, participando del enrarecimiento de los fines y de la nulificación de las peticiones.
Hemos llegado al punto en donde la manifestación es denostada y considerada como la expresión incivilizada de un grupo de personas resentidas o frustradas. La realidad es que en este país hay muchísimas razones para manifestarse y no, no todas las causas son irracionales.
De hecho al amparo de los artículos 6 y 9 de nuestra Constitución, podemos encontrar el fundamento, el primero que hace referencia a la libre expresión y el segundo a la libre asociación. Aunque expresamente el texto de la carta magna no menciona la manifestación como tal, la misma si se encuadra en el marco de estos dos artículos, como una actividad de libre asociación que ejerce la libre expresión.
Hay quienes nunca en su vida han participado de una manifestación y piensan que los actos vandálicos son inherentes a ellas y eso no es verdad, bien sabemos los que hemos participado alguna vez, que estas células que causan destrozos son mediáticas, rompen la manifestación y han dado en otras ocasiones el pretexto perfecto a los policías para "moler" a golpes a los que si ejercen los derechos ya mencionados.
Manifestarse es en sí, un ejercicio democrático y de amplísima actitud cívica, a pesar de la reticencia de ciertos sectores de la población que lo reducen a un simple acto de afectación a terceros, como si las actitudes incivilizadas de estacionarse en doble fila afuera de las escuelas o quedarse en medio de los cruces de semáforo no afectará a terceros todas las mañanas. Eso sí y a pesar de toda esa reticencia lo innegable es que en las consignas y pliegos petitorios de cualquier movilización, se busca el beneficio de todos, incluyendo el de los reticentes.
La historia nos demuestra que por medio de las manifestaciones se han conseguido consagrar derechos y condiciones fundamentales para el género humano, tales como los derechos laborales, que de Inglaterra se difundieron por todo el mundo, los derechos civiles en Estados Unidos, que permitieron con el paso del tiempo que un afroamericano ocupará la Casa Blanca, o la lucha por el reconocimiento del derecho de las mujeres al voto, que impulsó desde entonces la agenda pública en materia de igualdad de género. Es más, el mundo que conocemos hoy, es de esa forma porque a lo largo de la historia se han suscitado manifestaciones de toda índole que hicieron posible construir instituciones y estructuras legales que dieron cabida y certeza a muchas causas; de estas quedan aún demasiadas por solventar, por lo que la necesidad de la manifestación sigue vigente.
Si no participan infórmese, conozcan los motivos, las causas y coyunturas. Una movilización no surge de la noche a la mañana, no son improvisadas, llevan dentro procesos históricos y sociales que las determinan. Si no tienen la necesidad de manifestarse sensibilísense con los sectores que si, reconozcan al otro, descubran sus procesos y cuestiónenlos.
No todas las movilizaciones son pagadas por políticos, ni todas son instrumentos de presión clientelar, muchas de ellas son genuinas y nos muestran con claridad lo poderosa que puede ser una sociedad unida y organizada, por ello la urgencia de infiltarlas, dividirlas y desprestigiarlas.
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