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Sin fronteras, la fe migrante

 
 
Alejandro Matty Ortega/Irreverente Noticias
 
Hermosillo, Sonora (IN).- El 27 de octubre del 2017, una “caravana” de más de 200 migrantes de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Guatemala entre niñas, niños, adolescentes,  jóvenes, mujeres y hombres con hambre y sed, transitó por calles de Hermosillo y de entre tantas historias destaca una en especial.
 
La lente de este medio binacional captó esta travesía de casi 2 horas, donde mujeres sedientas y niños enfermos sobresalían entre la multitud de migrantes internacionales que caminaron de la zona hotelera a las vías del ferrocarril, a la altura de la Café Combate, frente a un ambicioso e imponente concepto residencial de la familia Coppel-Lemmenmeyer que la víspera se apoderó de una parte del vaso de la presa “Abelardo L. Rodríguez” y que a decir de agentes municipales nadie entra, ni la autoridad, ni por asomo.
 
En el bulevar Kino, una unidad de la Policía Municipal, una moto-patrulla de Tránsito abría paso a la “caravana” de mujeres y hombres centroamericanos que desde hace más de un mes apoyaron las acciones de rescate de víctimas y limpia de escombros tras el sismo del 19 de septiembre del 2017 en municipios de Chiapas, Oaxaca, Guerrero e incluso, en la Ciudad de México.
 
La mayoría de ellos, con apoyo de una Ong internacional, obtiene por parte del Gobierno de la República un "salvoconducto" para transitar libremente por el país y llegar a la frontera como agradecimiento del pueblo mexicano por su labor altruista y desinteresada en los trágicos eventos recientes de septiembre.
 
Tras la unidad policíaca, dos jóvenes, uno de Honduras y otro de El Salvador, sostenían una manta con la imagen de la Virgen María como una muestra de que en América Latina, la fe mueve montañas sin importar las fronteras demarcadas por los países de la región al tiempo de vitorear frases como “¡Somos un pueblo sin fronteras!” y “¡Los migrantes somos trabajadores internacionales!”.
 
La imponente imagen del sector hotelero y el mismo bulevar, contrastaba con la humilde vestimenta de quienes, por amor a sus familias y obligados por el hambre y el crimen organizado que operan en sus países, no desisten en su intención de llegar a Tijuana, Baja California, para dirigirse con las autoridades consulares de Estados Unidos y solicitar asilo político en el poderoso país del Norte.
 
El grupo continúa su andar hasta el Periférico Oriente, a la altura de la gasolinera “El Gallo” y baja hacia las antiguas instalaciones de Pemex para doblar a la colonia Las Amapolas, dirigido en todo momento por personal de la Dirección de Seguridad Pública Municipal de Hermosillo y por la parte anterior, por agentes de la Policía Estatal de Seguridad Pública como apoyo.
 
Personal de la Comisión Estatal de Derechos Humanos acompaña como observadores para velar por los derechos y evitar cualquier tipo de abuso contra los migrantes internacionales centroamericanos.
 
Encaminados hacia la parte posterior de los Ferrocarriles Nacionales, apenas pasando la vía a la colonia Las Amapolas, intempestivamente, el joven de Honduras se detiene al ver a un señor de más de 70 años que pide ayuda a los automovilistas que transitan por el sector y que se dirigen a la iglesia de San Judas Tadeo para la misa de celebración del santo patrono.
 
El grupo de migrantes internacionales se detiene  de la misma forma.
 
El joven se toca la bolsa trasera, no se encuentra nada.
 
Se agacha y saca de su tenis derecho una moneda de 2 pesos y la mete al bote metálico no sin antes decir:
 
“Dios lo bendiga señor, somos migrantes, trabajadores internacionales y hermanos de los mexicanos”.
 
El contingente, los policías, el personal de la CEDH Sonora y el reportero, todos mudos.
 
Todos sin palabras y con un nudo en la garganta.
 
Las miradas se cruzan, los vítores se apagan por segundos… 
 
El silencio se apodera de todos.
 
La acción desinteresada y la muestra de humanidad, solidaridad y amor fraternal del joven se impuso al cansancio, al hambre y a la sed de decenas de hermanos centroamericanos que a las pocas horas subieron a la llamada “Bestia” hacia Caborca, Sonora, donde unas manos amigas les abrirían sus albergues para descansar y posteriomente retomar su camino a Tijuana.
 
Y así, al fin cumplir con el llamado “Sueño americano”.
 
La travesía de los trabajadores internacionales y del pueblo sin fronteras, continúa…
 
Y su fe, aún más fuerte.
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