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México capta inversión extranjera récord… pero la economía interna no acompaña la fiesta

  • Aunque la IED alcanza niveles históricos y se presume como prueba del atractivo del país, debajo de los números brillantes surgen inconsistencias: la manufactura avanza con lentitud, el consumo se estanca y la inversión nacional sigue sin despegar.

La Secretaría de Economía volvió a desplegar el reflector sobre la Inversión Extranjera Directa (IED), presentando el dato estrella del año: 42 mil millones de dólares anunciados en el primer semestre y 41 mil millones confirmados al cierre de 2025. Cifras que Marcelo Ebrard, titular de la dependencia, exhibe con convicción casi eufórica, como si el nearshoring hubiera resuelto de golpe todas las urgencias estructurales del país. El incremento general de 15% respecto a 2024 alimenta la narrativa oficial de un México que se consolida como imán para el capital global.

Ernesto Madrid

Los números acumulados también lucen impecables: 40,960 millones de dólares en los primeros nueve meses, 14.5% más que el año pasado. Pero detrás de la euforia conviene revisar las letras pequeñas: se trata de datos preliminares, sujetos a revisión por Banco de México, ese árbitro silencioso que suele ajustar lo que la Secretaría prefiere dejar en condición de hazaña.

Aun así, algo es innegable: las llamadas “nuevas inversiones” —dinero fresco, no simples reintegros de capital ya presente— crecieron más de 200%, superando los 4,500 millones de dólares. Solo en el tercer trimestre se registraron 6,695 millones, un salto de 127.9% anual, impulsado por 3,414 millones en nuevas inversiones y 4,391 millones en cuentas entre compañías. La otra cara del dato es menos espectacular: la reinversión de utilidades pierde fuerza y algunas empresas optan por retirar ganancias antes que apostarlas de nuevo.

Estados Unidos sigue siendo el principal origen de la IED, con alrededor de 30% de los flujos; detrás vienen España, Países Bajos, Japón y Canadá. El destino preferido del capital continúa siendo la manufactura, con 37% del total, sobre todo el sector automotriz y de autopartes; después destacan los servicios financieros y la construcción, esta última impulsada por parques industriales y proyectos energéticos.

Sin embargo, la fotografía no es tan homogénea como sugiere el discurso oficial. México puede estar recibiendo cantidades históricas de inversión extranjera, pero su economía interna camina a un ritmo que contrasta con los aplausos. La manufactura apenas creció 0.2% en septiembre; el personal ocupado retrocedió 0.1% y las horas trabajadas cayeron 0.4%. La capacidad instalada al 80.8% refleja estabilidad, sí, pero también la falta de un motor interno que empuje el crecimiento.

El consumo privado —la madre de todos los mercados— avanza 0.1% en septiembre y octubre, apenas un guiño después del 0.6% de agosto. Las exportaciones hacia Estados Unidos, en cambio, parecen vivir su propia realidad: 354.9 mil millones de dólares entre enero y agosto, 6.1% más que el año pasado, y una participación récord de 17.2% en las importaciones estadounidenses. México vende más que nunca, pero eso no necesariamente se traduce en una economía más dinámica puertas adentro.

La contradicción se vuelve aún más evidente cuando se compara este “año dorado” con administraciones anteriores: sin el discurso del nearshoring, el sexenio de Peña Nieto captó ligeramente más IED que el actual, y los flujos de 2013 a 2018 superaron los de los primeros años de relocalización productiva. A ello se suma que una parte del récord de 2025 obedece a operaciones corporativas específicas, inversiones pospuestas por la pandemia y particularidades metodológicas.

La IED, además, es solo una pieza del rompecabezas. Los nuevos datos de formación bruta de capital fijo muestran que la inversión total en México equivale a 22.6% del PIB, lejos de la meta de 24% que economistas consideran indispensable para crecer de forma sostenida. Los 41 mil millones de dólares de IED representan apenas 13% de la inversión total: un complemento importante, sí, pero insuficiente para cambiar el rumbo económico por sí solo.

El desafío central permanece sin resolverse: mientras persista la incertidumbre interna —la reforma judicial, posibles cambios fiscales, la renegociación del T-MEC en 2026, reglas poco claras en sectores regulados— el empresario mexicano seguirá frenando su capital. Y sin inversión nacional, la extranjera pierde tracción.

La buena noticia es real: México está captando más dólares que nunca. La mala es que estos dólares, por sí solos, no bastan. Celebrar es válido; convertir ese récord en un punto de partida para fortalecer la inversión interna es lo que no puede seguir postergándose.

@JErnestoMadrid

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