- Con videos, luces y discursos sobre “renovación”, Acción Nacional presentó su nueva imagen. Pero entre selfies, caídas accidentales y viejos apellidos reapareciendo en el escenario, el relanzamiento del PAN terminó pareciendo una ceremonia de nostalgia con logotipo nuevo.
Salieron videos, hubo luces azules, discursos encendidos y sonrisas ensayadas. El Partido Acción Nacional quiso anunciar al país su “renovación” y su “reencuentro con la ciudadanía”. Hablaron de relanzamiento, de futuro y de fe, con un entusiasmo tan medido que ni el público supo si aplaudir o rezar.
Ernesto Madrid
El nuevo logotipo brilló, las promesas también (aunque recicladas) y el mensaje oficial fue claro: “volver a creer”. El problema, dirían algunos panistas veteranos, es que, para creer, primero habría que convencer. Y el relanzamiento del PAN —tan prolijo en escenografía como parco en contenido— reveló que el partido sigue sin entender que no entiende.
El momento estelar del evento no fue un discurso inspirador, sino un tropiezo literal: Max Cortázar, vocero del partido y exoperador de Xóchitl Gálvez, cayó en un foso de agua decorativo. Una escena involuntariamente simbólica que terminó siendo lo más viral de la jornada.
El intento de renovación vino acompañado de un anuncio sonado: la ruptura con el PRI. Una separación presentada como acto de independencia moral, pero desmentida en menos de 24 horas por los panistas de Nuevo León, quienes advirtieron que no piensan soltar al tricolor ni de chiste si quieren ganar la gubernatura en 2027. La vieja política de conveniencia sigue viva y coleando.
Acción Nacional enfrenta un dilema: quiere volver a ser el partido que cambió la historia en el 2000, pero actúa como si aún viviera en esa época. Ya no hay un Fox con botas y ocurrencias, ni un Calderón con cruzada épica, ni un líder que despierte pasión, miedo o siquiera curiosidad. El PAN de hoy carece de caudillo, de narrativa y, sobre todo, de causa.
El relanzamiento, eso sí, trajo dos anuncios que valen la pena destacar. Primero, el intento de eliminar a los “padroneros” que controlaban candidaturas a base de mapacherías internas. Segundo, la definición sin complejos como un partido de derecha con el lema “familia, libertad y patria”. Una sinceridad ideológica que llega veinte años tarde, pero que al menos suena a estrategia.
La apuesta es abrir las puertas a militantes ciudadanos y recuperar el discurso conservador clásico, ese que los últimos candidatos preferían esconder. Ni Calderón, ni Josefina, ni Anaya, ni Gálvez se atrevieron a asumirse plenamente como derecha, y esa tibieza —dicen analistas— les restó identidad en tiempos de polarización.
En 2027, el PAN pondrá en juego tres de sus cuatro gubernaturas. Ahí sabrá si el nuevo logo y las viejas ideas bastan para sobrevivir. Por ahora, el panorama es más gris que azul: no hay narrativa fresca, ni líderes carismáticos, ni un mensaje que contagie a los ciudadanos que buscan alternativa tras el “morena eterno”.
Y mientras Acción Nacional intenta renacer, su viejo fantasma regresó al escenario. Felipe Calderón, el expresidente que renunció al partido y fundó su propia aventura política, reapareció en el nido blanquiazul. Acompañó a su esposa, Margarita Zavala, en su informe legislativo, rodeado de legisladores como Kenia López Rabadán, Federico Döring y el dirigente Jorge Romero Herrera. La foto fue elocuente: en el relanzamiento del PAN, lo más nuevo fue lo más viejo.
En cualquier otro país, ante los escándalos y desgastes del gobierno, la oposición estaría de fiesta. Aquí, el PAN apenas sobrevive, más pendiente de limpiar su logo que de limpiar su historia. Y mientras Morena sigue jugando al antisistema desde el poder, Acción Nacional parece resignado a ser un sistema sin poder.
Quizá, como diría un clásico, no necesitaban un nuevo logotipo. Necesitaban columna vertebral.
@JErnestoMadrid
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