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Banamex, BBVA y el fraude perfecto: bancos grandes, responsabilidad pequeña

  • Dos de los bancos más grandes del país demostraron que la tecnología, la regulación y la seguridad son simples promesas de marketing: permiten fraudes, ofrecen excusas y dejan en el abandono al usuario. ¿Hasta cuándo la CNBV y la CONDUSEF seguirán siendo cómplices silenciosos?

En México hay cosas que no cambian: los fraudes bancarios siguen ocurriendo, las víctimas siguen quedando indefensas y los bancos, esos que presumen tecnología de punta y protocolos de seguridad impenetrables, siempre encuentran la manera de deslindarse. Así ocurrió con BBVA y Banamex, dos gigantes del sistema financiero nacional que acaban de demostrar que tamaño no siempre es garantía de responsabilidad.

Ernesto Madrid

Relato el caso en primera persona, porque fui víctima directa: un fraude que inició con la compraventa de un automóvil y que terminó con la pérdida de $182,000 pesos gracias a la inoperancia, negligencia y contradicciones de ambas instituciones.

El cheque fraudulento fue emitido desde Banamex, pero cayó en mi cuenta BBVA. Lo vi reflejado en la aplicación móvil, como cualquier cliente confiado en un sistema que, supuestamente, bloquea anomalías. Consulté la app, la línea BBVA, a mi banquera personal y la sucursal de Plaza Delta. Recibí tres versiones distintas. Ninguna cierta. En Banamex, el discurso fue similar: "no hay problema, el depósito se hará válido en 72 horas". Mentira. Era un cheque fantasma, parte de un esquema de estafa bien ejecutado.

El dinero no llegó, pero la amenaza sí: el estafador me llamó para exigirme dinero adicional a cambio de recuperar el vehículo. La clásica extorsión telefónica que en México se da con la misma naturalidad con la que uno consulta su saldo.

Hasta ahí, el drama personal. Pero esto es solo una cara del problema. La otra, la estructural, es la historia vieja de siempre: la impunidad de los bancos.

Banamex —ese banco que fue rescatado con dinero público en el Fobaproa durante la crisis de 1995— fue vendido a Citigroup en 2001 por 12 mil millones de dólares, sin pagar un solo peso de impuestos gracias a generosas disposiciones gubernamentales. Hoy, en proceso de venta de nuevo, bajo la mirada interesada de Germán Larrea y el respaldo del IPAB, sigue operando con los mismos vicios: mala atención, poca transparencia, errores operativos graves. Y mientras tanto, ¿quién pierde? Los usuarios.

BBVA, por su parte, presume ser el banco número uno de México en clientes, cartera y activos, pero ocupa el segundo lugar nacional en quejas ante la CONDUSEF. Sus protocolos de atención son un laberinto: la línea telefónica dice una cosa, la sucursal otra y su área de prensa —donde Carmen y César deberían ofrecer soluciones y no arrogancia— se niega siquiera a tomar en serio una denuncia sustentada. "No hay postura oficial", la salida fácil de siempre.

No sorprende. Los grandes bancos en México tienen licencia para todo... menos para perder. El cliente es quien paga fraudes, cargos no reconocidos, robos de identidad o trampas con cheques. El sistema de compensación interbancaria —que debería detectar anomalías como esta— falló. Los empleados bancarios —que deberían conocer estos procedimientos— se equivocaron o mintieron. Los canales de comunicación interna —que deberían prevenir estos abusos— son un caos.

Y así sigue girando la rueda del negocio bancario mexicano: con el cliente en la incertidumbre, el banco blindado en su impunidad, y la autoridad —léase CNBV, CONDUSEF o Profeco— jugando de espectador. Y cuando el escándalo llega a los medios, la respuesta es la misma de siempre: "investigaremos". Nada cambia.

Este caso no es aislado. Es reflejo de un sistema que permite que Banamex, beneficiario histórico de rescates públicos, y BBVA, líder del mercado y campeón en reclamaciones, operen con cero consecuencias reales.

Por eso insisto: no se trata solo de un auto perdido ni de una cuenta bancaria vulnerada. Es un síntoma de un sistema podrido de raíz, donde la banca mexicana —protegida por décadas de favores fiscales, rescates financieros y laxitud regulatoria— sigue actuando como juez y parte, sin que nadie le exija cuentas.

Es momento de que la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) y la CONDUSEF dejen de actuar como comparsas de la banca y cumplan su función real: proteger al usuario y castigar las omisiones de las instituciones financieras. Este caso exige una investigación pública, sanciones ejemplares y una revisión urgente de los protocolos de compensación interbancaria. La impunidad bancaria en México debe terminar. ¿O también esta vez los reguladores mirarán hacia otro lado?

Mientras tanto, los clientes seguimos pagando.

@JErnestoMadrid

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