Con una noche llena de versos, son huasteco y baile, que reunió a la comunidad huasteca y visitantes, concluyó la XXIV edición del Festival de la Huasteca, que se desarrolló del 27 al 30 de junio, en Cuetzalan del Progreso, municipio de la sierra norte de Puebla.
En la clausura del encuentro multicultural, el titular de la Secretaría de Turismo de San Luis Potosí, Armando Herrera Silva, anunció que la XXV edición de la fiesta huasteca será en la localidad de Aquismón, en el corazón de la zona tének.
La comunidad de la región junto con las autoridades municipales y de las dependencias de cultura de Querétaro, Veracruz, Tamaulipas, Puebla, Hidalgo y San Luis Potosí celebraron que el festival esté en vísperas de cumplir un cuarto de siglo de existencia.
Gerson Calixto Dattoli, presidente municipal de Cuetzalan, agradeció a todos los participantes y a las y los habitantes que hicieron suyo el encuentro. En tanto, Carlos Manuel Juárez, en representación de Mardonio Carballo, titular de la DGCPIU, reiteró la importancia de reconocer la diversidad de lenguas, así como el baile, la música, y la indumentaria como elementos esenciales en la construcción de una identidad, la identidad huasteca.
Finalmente, Armando Herrera Silva citó un verso huasteco para hablar de la sensación que han dejado los más de 20 años del Festival: “yo tengo un gran sentimiento por lo que mi alma desea, para expresar lo que siento falta idioma, falta idea, falta espacio y pensamiento”.
Durante este festival, organizado por la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura del Gobierno de
México, a través del Programa de Desarrollo Cultural de la Huasteca, que agrupa a las instancias de cultura de los estados de Hidalgo, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas y Veracruz, se llevaron a cabo más de un centenar de actividades que pusieron de manifiesto la vitalidad de esta región ancestral.
Tríos de son huasteco, arribeño y bandas de viento; encuentros de danzas indígenas y mestizas; leyendas y cuentos provenientes de la tradición oral; además de investigaciones sobre el arte textil, música y patrimonio cultural material e inmaterial, mostraron la diversidad de culturas agrupadas en una región. Su historia se ha enriquecido con las diferentes cosmovisiones y lenguas de los pueblos nahuas, tének, totonaco, otomí y pame.
La jornada de actividades artísticas y culturales de este festejo invitó a la reflexión y revaloración de las lenguas indígenas, como en el caso del libro “Laapanit: El jaguar”, un libro infantil que surgió a raíz de una leyenda del lugar, escrita en lengua totonaco por Pedro Pérez Luna; asimismo la presentación del clásico “El principito” de Antoine de Saint-Exupéry, traducido a esta misma lengua por el autor poblano.
Música y tradición oral convergieron en huapangos-leyendas. La memoria compartida de las abuelas y abuelos del pueblo de Xochitlán, Puebla, motivaron la creación de décimas que invitaron al huapango y a avivar la identidad del lugar con historias habitadas por seres sobrenaturales, mágicos y personajes particulares.
Uno de los instrumentos por excelencia en la región es el violín. Las posibilidades técnicas y métodos de interpretación fueron abordados por César Juárez-Joyner, quien gracias a múltiples investigaciones, ensayos en campo y colaboraciones musicales con distintas agrupaciones redescubrió la generosidad de este instrumento y decidió registrarlo en el libro “Mexican Folk Fiddle Tunes”.
De la misma forma, el músico tamaulipeco Jorge Morenos expuso las bondades polifónicas de la jarana huasteca –que según algunas crónicas, data del siglo XVIII-. El autor realizó diferentes investigaciones que dieron como resultado la publicación editorial “Tsentsen ájab: la jarana huasteca a lo rasgueado y a lo punteado”, con la que fue acreedor a la beca Fonca 2018.
Un gran encuentro de danzas practicadas desde tiempos antiguos, muchas de ellas producto del mestizaje, se conjuntaron en la plaza principal de la zona arqueológica de Yohualichan. Al menos una docena de agrupaciones interpretaron danzas rituales, de celebración o de pedimento a la naturaleza, entre ellas la de la Sonaja, de A pie, de Migueles, de Quetzales y Moros y españoles, entre otras. La Danza del Venado, con la representación del estado de Sonora, fue la invitada en este Festival.
La belleza de los bordados de la Huasteca poblana e hidalguense fue reconocida en publicaciones. Además, algunas piezas elaboradas por los artesanos de la región formaron parte de la expo-venta de artesanías. Todos los participantes trajeron consigo lo mejor de sus lugares de origen.
El pipián, el mole y el zacahuil poblanos, además del asado de boda tamaulipeco formaron parte de las muestras gastronómicas que se llevaron a cabo para dar a conocer la multiculturalidad inmersa en las cocinas huastecas. Esto también fue compartido en la presentación del libro “Sabores de la huasteca”, editado por el Programa de Desarrollo Cultural de la Huasteca de la DGCPIU.
Este festival es una reafirmación a los principios que impulsa la Secretaría de Cultura del Gobierno de México: la cultura como un derecho humano que se vincula con la comunidad, libre de discriminación hacia las culturas y lenguas indígenas de nuestro país; al mismo tiempo, refuerza los lazos identitarios de esta región de México que comparte similitudes y, al mismo tiempo, diferencias culturales.