Al momento de presentar el Informe Anual ante la Asamblea Popular Nacional, el primer ministro chino Li Keqiang advirtió ante los 2987 diputados que conforman el máximo órgano legislativo, que este año la economía del gigante asiático se enfrentará a un “entorno cada vez más grave y complicado, tanto en sus riesgos como en sus desafíos. Debemos estar completamente preparados para realizar un gran esfuerzo”.
Esta observación no debería pasar desapercibida entre los analistas internacionales ni en los gobiernos de América Latina, ya que el gigante asiático realiza un aporte superior al 30 % del crecimiento mundial; una tendencia que además crece año a año. Pero, sobre todo, se debe atender el significado geopolítico de las metas establecidas en un contexto mundial signado por la inestabilidad. De hecho, los resultados que se desprenden del Informe Anual y los objetivos establecidos para el 2019 permiten afirmar que China es la principal fuente de estabilidad y crecimiento en un contexto de vulnerabilidad y cambios bruscos.
Li, destacó que el Producto Interno Bruto (PIB) tuvo un crecimiento del 6,6 % a pesar de los conflictos por los que atraviesa el comercio internacional. Los servicios, por otro parte, se ubicaron como el sector que más ha contribuido al conjunto. China ha avanzado en materias fundamentales, como la reducción de la pobreza extrema, la urbanización y la inversión en tecnologías sustentables, materias en las que se ubica a la vanguardia. Estas tendencias se condicen con una meta de largo plazo: el desarrollo de las capas medias y el mercado interno en China.
Las “Dos sesiones”, como se conoce a las reuniones de la Asamblea Popular Nacional (la APN) y la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (la CCPPCh) representan el evento político más importante del año y una ventana para analizar las metas que se consideran prioritarias en el país asiático. En este sentido, el consumo supondrá uno de los principales estímulos en tiempos de tensión geopolítica.
El principal desafío al que se refiere Li, es la desaceleración del crecimiento del PIB, que se registra desde mediados del año pasado. A pesar de las condiciones externas, el Gobierno fijó un incremento de entre 6 y 6,5 %, cifra que duplica las previsiones a nivel mundial y al que debe sumarse el objetivo de generar 11 millones de puestos de trabajo. Estas metas hablan de una cuestión de fondo sobre el escenario internacional: China apuesta por la estabilidad del conjunto y se presenta como el mayor factor de desarrollo. Cuando las economías emergentes atraviesan un contexto de crisis, como la devaluación que sufren el peso argentino y la lira turca, y Estados Unidos se aproxima a la contienda electoral, el país asiático reafirma su aporte al crecimiento de otros países y regiones. Como afirmó Li, el “2019 será un año decisivo” en gran medida por la capacidad del Gobierno y el pueblo chino de hacer frente a un escenario de cambio.