Por Rafael Lulet
Control, es lo que el gobierno actual ha tratado de imponer desde su inicio, la política como parte esencial de ese ordenamiento para tener las riendas en las manos de ese grupo de poder quienes solo buscaban desde un inicio apoderarse bajo el esquema de lucrar con las necesidades de los pobres, para afianzarse de ese apoyo sectorial de las masas, y es claro esa postura, un mandatario haciendo politiquería de campaña mientras el país se derrumba en lo económico por la falta de liderazgo para dirigir las cosas públicas, ese es realmente el papel del ejecutivo: “administrar”, pero ¿cómo hacerlo?, sí quien debería de llevarlo a cabo no lo hace porque sencillamente desconoce.
El inicio del 2021, refleja un panorama incierto, arrancamos con una deuda pública del 53.5% aproximado en comparación al 2019, estamos casi igual pero en comparación de otros períodos se esperaba llegar más, según los analistas se especulaba un 60% del PIB para pago de lo adeudado, aún así, no nos encontramos en buen momento; sobre el aspecto inflacionario, arrancamos con actualizaciones en bienes y servicios sin agregar los impuestos, según el INEGI, ese número se publicará pronto con un 3.3% a 3.6 % los cuales se encuentran entre ese rango factible del 2 al 4 porcentual estimado, pero casi al límite de lo recomendado, sin olvidar el préstamo otorgado por el Fondo Monetario Internacional de 1 mil millones de dólares a nuestro país a mediados del año.
Sobre la desocupación laboral, si es un talón de Aquiles, porque 12.5 millones se encuentran sin trabajo en contraste al 1.2 millones los cuales se preveían por la presencia del Covid-19, esto impactará gravemente el aspecto social de los mexicanos, más pobres se han generado en nuestro país, según el Coneval, el 2020 se han sumado a dichas filas más de 10 millones de personas, las pymes sector empresarial fundamental para la economía de la nación han sido golpeadas muy fuertemente durante el confinamiento sin recibir apoyos significativos que conduzcan a una recuperación inmediata, sino al contrario, ven en este gobierno a un grave enemigo peor a la pandemia por sus duros ataques a los sectores empresariales y su falta de asertividad en las tomas de decisiones.
El terrorismo fiscal es otra de las acciones gubernamentales considerado dentro la reforma fiscal prevista en el presente año, buscando dinero hasta de bajo las piedras, pese a la reducción del gasto público y el aumento de cierta partida presidencial por los subejercicios de diferentes instituciones del gobierno; también debemos de mencionar a la austeridad en su máximo apogeo, siendo en ese sentido ¿hasta qué punto aguantará la cuerda antes de reventar?, adelgazar aún más al Estado después de haberlo hecho en los periodos neoliberales es estos momentos donde nos preguntamos: ¿cuál es la diferencia?, los programas sociales proyectos a implementar por el mandatario federal se prestan a ser sencillamente cuotas electoreras ante un año de votaciones, ¿se puede pensar el uso de todo lo ahorrado para eso?, al final serán dádivas para los pobres, regresando a las viejas tácticas priístas, para conservar el poder.
Ahorcar a los sectores productivos hablando en microeconomía como se encuentra haciéndolo el gobierno, derivará a una verdadera crisis financiera, con repercusiones políticas y sociales, siendo el único control para no llegar a ello las implementaciones del Banco de México para detener la catástrofe nacional; de continuar la administración actual con este ritmo, el panorama no será muy alentador, tenemos enfrente un 2021 muy complicado, pese a la llegada a cuenta gotas de una vacuna contra la pandemia, un antes y un después del confinamiento no se veía un proyecto económico para alcanzar un crecimiento, el resultado del 2019 no los demostró, ahora con un virus desbastándonos, no tenemos más remedio que conformarnos con ser parte de la estadística de pobres o exigir más resultados a un presidente lego en la administración pública.