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Los maestros electrónicos 

 

Formar los hábitos de los hijos, a veces, 

puede querer decir, simplemente, 

apagar el televisor porque hay algo mejor que hacer… 

Juan Pablo II 

Arturo Suárez Ramírez / https://twitter.com/arturosuarez 

Estimado lector, gracias. Las últimas dos décadas del siglo pasado se hicieron estudios serios y amplios sobre el tema de la televisión y lo social, cómo influyó este artefacto comunicativo que se convirtió en el medio más poderoso de control -según las teorías de la comunicación-, sobre todo en países latinoamericanos como el nuestro. Inclusive cuando las madres de familia salieron a trabajar se convirtió en “la niñera electrónica” que se quedaba al cuidado y formación de los hijos cuando no estaban en la escuela. 

Desde la aparición de la televisión en México lo hizo de la mano de las empresas de los Azcárraga, así Televisa con sus diferentes nombres, se convirtió en el consorcio más importante e influyente del país, eso colocó a sus dueños, directivos y algunos trabajadores en un lugar de privilegio siempre junto al poder político, hicieron millones y millones de pesos gracias a sus programas en la mayoría de poca calidad y a las audiencias. 

Comunicativamente hablando la empresa Televisa fue justificadora social de las acciones de los gobiernos, contaban las historias y noticias a conveniencia, lo mismo que los silencios cómplices ante la injusticia. Desde ese espacio de poder construyeron formas sociales, dictaban conductas y estigmatizaban a los diferentes, con sus imágenes reforzaron estereotipos de belleza, morales y espirituales. 

Sabedor de lo anterior, Emilio Azcárraga Milmo a quien apodaban “el Tigre”, y que tenía una concesión del Estado mexicano para operar Televisa, declaró en 1982, cuando se le cuestionó por qué el PRI tenía más tiempo aire en su televisora contestó “somos evidentemente soldados del presidente de la República”, y efectivamente así era. 

Así se fueron esos años en los que el “estatus quo” fue una especie de complicidad entre lo político y la televisión, hasta que en 1987 se dio la salida de disidentes del PRI, no por buscar la democracia, sino porque les negaron la posibilidad de llegar al poder. Un año después, en la elección de 1988, se construyó un gran frente opositor y a la televisión mexicana no le quedó de otra más que voltear a ver el movimiento porque una exigencia era abrir espacios para los oponentes al PRI. 

Hacia finales del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, se desmantelo IMEVISION, la televisora del Estado, nunca tuvo los alcances que Televisa. Se le otorgó la concesión a Ricardo Salinas Pliego para que la operará y así surgió Televisión Azteca que tuvo un arranque interesante, pero se convirtió en una calca, las mismas fórmulas, las mismas caras, pero generó una minucia de supuesta apertura y competencia con la otra televisora, aunque sus dueños jugaban golf en el mismo club y acordaban estrategias junto con los políticos de la época. 

Desde la campaña de López Obrador del año 2000 donde se convirtió en Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, comenzó a construir la idea de “la mafia del poder”, donde incluía a los políticos, empresarios dueños de los medios y a empleados de estos. Así acusó censura, se dijo víctima de un cerco informativo, que nadie lo quería entrevistar, aunque su gasto en publicidad fue de los más altos, su gobierno era de los que más pagaba en televisión. 

Luego en el 2010 comenzó la construcción de lo que Giovanni Sartori había llamado un “telepresidente”, así lo hicieron las televisoras y los políticos, hicieron de Enrique peña Nieto el personaje soñado en una falsa galanura, un sujeto manipulable. Aunque la televisión acusaba ya una severa baja en sus ingresos y perdida de las audiencias por las nuevas tecnologías. 

Los empresarios entendieron que en el 2018 no había de otra, López Obrador iba a ganar la presidencia, sus empresas iban a la baja con pérdidas históricas y lejos de hacer una nueva guerra mediática en contra del tabasqueño, fumaron la pipa de la paz, no se iban a perder la oportunidad de hacer negocio ni de perder privilegios si al cabo seguían siendo “soldados del presidente”. 

Curiosamente cuando la televisión acusa una gran debilidad, no tiene el número de televidentes como en los años 80 del siglo pasado, donde se pone en duda la credibilidad de sus comunicadores, con lo fragmentado de los medios y la fuerza de las redes sociales, López Obrador les da una bocanada de oxígeno al utilizar sus canales para la educación de los niños mexicanos. Un negocio entre otros de estos empresarios con la 4T. ¿Cuál mafia del poder? 

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Hasta la próxima. 

 
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