Esta semana se llevó a cabo en todo el país un Mega Simulacro a propósito de los aniversarios 34 y 2 de los sismos de 1985 y 2017 respectivamente. El mismo se organizó con la intención de preparar a la población para una posible repetición de otro evento catastrófico como los ya señalados.
Año tras año las autoridades, mas allá de rememorar el acontecimiento, organizan este tipo de eventos buscando que la ciudadanía tome conciencia acerca de la fragilidad y de la exposición que tenemos a los sismos en la ciudad de México.
Sin embargo, muchas veces la participación de la ciudadanía no es la que esperan las autoridades, existen muchos pretextos u oportunidades para evadir la responsabilidad de participar de los simulacros. Esta última edición no fue distinta; desidia, desinterés, apatía y desinformación fueron las constantes que se vivieron en el Mega Simulacro de este año.
Pero mas allá de estas actitudes en el evento mismo, hay situaciones que cotidianamente incrementan nuestra exposición a este tipo de percances, las mismas aunque no lo puedan creer, tienen estrecha relación con la corrupción y negligencia de las autoridades así como con la mala educación de la ciudadanía.
Esta ocasión me tocó vivir en la calle el proceso del simulacro, por ejemplo pude constatar que las prácticas tan cotidianas como estacionarse en doble fila, entorpecen de manera alarmante las tareas de los brigadistas y la movilización del personal que fue desalojado de los edificios. También fui testigo de que la presencia de puestos metálicos en la calles, pertenecientes al comercio informal, modifican el sentido de la circulación peatonal, que en un caso de esta naturaleza puede traer graves consecuencias y pérdida de vidas humanas. Lo mas escandaloso es que los mismos, junto con los llamados "franeleros", obstruyen constantemente espacios importantes como las zonas de seguridad y las tomas de hidrante de los cuerpos de bomberos.
El hecho de tener conciencia de estos eventos, me queda claro que no solo es importante durante los simulacros, sino que en nuestra cotidianidad debemos de procurar no caer en esta prácticas, es decir, la conciencia sobre los riesgos que provocamos debe ser una constante cotidiana que nos permita dado el momento, hacer mas accesibles las labores de los brigadistas y los cuerpos de protección civil.
Por otra parte, la postura tolerante de la autoridades ante la mala ubicación del comercio informal y el control de las calles por parte de los "franeleros", es un tema de la agenda pública que hace falta solventar, y digo tolerante, porque a pesar de la presencia de elementos de la policía, estas actividades se siguen llevando a cabo en la Ciudad de México con todo el riesgo que eso significa en eventos tan delicados como los sismos. Dicho sea de paso, no encuentro otra explicación ante estas irregularidades que la negligencia y la corrupción de los funcionarios encargados de estas temáticas.
Es evidente nuestra fragilidad como habitantes de la Ciudad de México frente a episodios como los que en este mes se recuerdan, muchos dirán que es inútil participar de los simulacros pues la naturaleza es implacable en ese sentido, sin embargo es bien sabido que incluso en días posteriores a las catástrofes las labores de rescate son exitosas, por lo que mantener una postura cívica cotidiana, de conciencia de la magnitud de los hechos ocurridos y de las posibilidades que se abren con la participación y capacitación en temas de esta índole, es necesaria para todo los habitantes de esta ciudad.
Como también es necesario que la autoridades tomen en serio sus funciones, que velen por la seguridad de los ciudadanos, no solamente para los días de siniestro, sino que la regulación en los temas ya referidos sea prioritaria como medida cautelar ante estos episodios. Es necesario que den certeza a todos los ciudadanos que día con día se movilizan por la ciudad y que se encuentran, a pesar de las amargas experiencias del pasado, bajo la amenaza constante de las consecuencias de un sismo debido a practicas de tolerancia que mas bien son producto de la corrupción, negligencia y de la mala educación de nuestros funcionarios en este sentido.
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