La primera actividad en el país después del primero de julio es criticar todo. La segunda es denostar a quien no critica tan insistentemente. Se han vuelto exquisitos, detallistas, paladines de justicias que solo ven ellos o que recién descubren, y en cuanto alguien opina lo contrario ya es chairo. Son bien maniqueos.
Yo escucho a los perredistas, a los priistas, a los panistas, criticar, dar recetarios, pronunciamientos, y una sarta de barbaridades, que parecen novatos queriendo escalar el aparato político. Como si no supiéramos su historia y no nos acordáramos de lo nefastos que fueron, no hubieran existido los Duarte, Moreiras, Padrés, Briviescas y demás sátrapas.
Se les olvida que ya fueron gobierno y que nada más no se notó el trabajo, ahora si son pueblo, ahora si saben cómo se hacen las cosas. Hablo de todos, de priistas, de panistas, de galileos; todos viviendo un segundo aire de renovación, todos rescatándose, reconfigurándose, reviviendo muertos.
Constantemente los escucho decir, - Esta vez sí, ahora si somos la mejor opción, nos equivocamos en el pasado -. No soportan ver los espacios que fueron suyos ocupados por otros, extrañan sus clientelas, sus zonas de influencia y control, sus prebendas. Los morenos no son distintos, pero llevan poco tiempo, y esos que se hiperventilan por que se les revirtió el modelito, ya se igualan y creen que 4 meses son 80 años o tal vez doce. Y las calles iguales y los muertos en todas partes, como cuando estaban ellos, porque ellos inauguraron la guerra y orillaron a la gente al hastío.
Ahora vienen los de siempre, los de las cifras que nada más no me cuadran, yo no sé de cifras, sé de mis calles, sé de los pesos que no alcanzan y de los cuartos con los hacinados, esos que por ahí dicen que están así porque ellos quieren; no se esfuerzan, no dan el plus y no tienen la actitud, ni tampoco pesos, solo cinco para un huevo y tres, para lo que alcance de recorte.
Y ya llego la izquierda, la que siempre queda a deber, la dogmática, la nunca progresista ni libertaria, la revolucionaria institucional, la que tiene miedo a la movilidad, la que no sabe ser gobierno, como los otros no saben ser oposición sin denotar su nostalgia por los goces privados. Esta izquierda no dialoga, rompe, señala y los otros tan atinadamente propios, tan oportunamente legales y constitucionales, ridículos, si ya tiene un rato que matan muchas mujeres en Juárez y en Ecatepec y no había llegado la izquierda, qué hacían entonces.
Esta izquierda agazapada y ensimismada jamás imaginó llegar; y ahora qué sigue, no saben, según buscan a los corruptos, pero para no errarle señalan a todos, si bien que los ubican, pero son gobierno, y cuando gobiernas hay riesgos y mejor no arriesgan no vaya a ser que pierdan al electorado.
Otra coyuntura importante que se le va al país, a la izquierda, a la regeneración, a la revolución, bien decía Marx en el Dieciocho Brumario, que la historia se repite dos veces, una como tragedia y otra como farsa. En esta ocasión llegó el caudillo de nuevo y anda queriéndose regresar a la chingada, a su pueblo pues.
Y se quejan de los treinta millones, esos nada más pueden votar, no saben más, si la política es negocio de ustedes, de los de siempre, de sus allegados y sus putas, ellos que van a saber de elecciones si jamás les enseñaron de política, son clientela, aunque ahora ya no es suya, los volvieron a uniformar porque ya no quisieron el de ustedes, pagan poco y chingan mucho y no más nunca fueron a componerles la calle.