No entiendo cómo a estas alturas de la pandemia aún hay gente estúpida que se niega a usar el cubrebocas
Por Yolanda Jiménez Ramírez
Durante más de 30 días viví el temor al que se enfrentan personal médico que atiende a pacientes de COVID-19. La mermada salud de mi madre de 91 años exigió que fuera internada, pues un soplo en el corazón apareció para ofrecerme una lección de vida que estoy obligada a compartir.
Con el apoyo de mi esposo, mis hijos y mis hermanos, cada tercer día estuve por 24 horas en el Hospital del ISSSTE de Zaragoza, para estar al pendiente de la evolución de la salud de mi mamá, doña Catalina Jiménez Felipe. Desde el ingreso al hospital, las rigurosas medidas de prevención contra el virus SARS-CoV-2 modificaron de forma radical la realidad de mi normalidad. Uso obligatorio de cubrebocas, goggles, caretas, guantes, gel sanitizante se convirtieron en mis nuevos accesorios de sobrevivencia.
Durante más de 30 días, al lado de la cama de mi madre, observe el amor con el que enfermeras, internistas, patólogos, cardiólogos, camilleros, personal administrativo y gente de intendencia, desempeñaban su vocación, portando durante la jornada laboral el equipo que les permite reducir el riesgo de contagio de este mortal virus.
Mienten quienes acusan la falta de calidad humana del personal médico. Mienten quienes los culpan de la muerte de pacientes COVID-19. Injustos son quienes los culpan de la falta de médicamentos, de la falta de camillas, de insumos para atender a los pacientes... ellos no tienen la culpa de eso, como tampoco tienen la culpa de cansarse y desesperarse de la inconsciencia de miles de familiares que quieren culparlos de los estragos de esta pandemia.
Nadie me lo contó. Yo lo ví y lo viví. Sentí en carne propia la incomodidad de portar cubrebocas, goggles y caretas por tiempo prolongado. La primera vez que yo use todo eso sentía que me deshidrataba y tenía que usarlo las 24 horas, así estuve en el hospital 31 días en cardiología con mi madre, quien tiene un soplo en el corazón y tuvo un infarto, pero gracias a Dios tuvo una atención excelente por todo el personal del octavo piso de Cardiología del ISSSTE de Zaragoza, pese al temor existente de un posible contagio.
Estoy muy agradecida con todos los médicos y por su bendita vocación, porque ellos, sin titubeos, exponen su vida para salvar a todos los pacientes.
También me tocó ver como respetan a los pacientes que fallecen. Me tocó presenciar el fúnebre desfile de bolsas negras con los que sellaban los cuerpos sin vida por causa de la COVID-19. Muchos de ellos gente que no atendió ni entendió las recomendaciones. No entiendo cómo a estas alturas de la pandemia aún hay gente estúpida que se niega a usar el cubrebocas.
Al salir del hospital para descansar unas horas en casa, me resultaba inconcebible observar como la gente en la calle y en el transporte público estaban sin protección. Luego me entero en las noticias que hay quienes siguen haciendo fiestas, reuniones familiares o simplemente, van a trabajar sin protección.
Tanto en la Ciudad de México como en el Estado de México y el resto del país, está muriento la gente ignorante. Aunque se diga que aún hay camas para recibir a más contagiados, nuestro personal médico se encuentra agotado, cansado, desanimado ante la necedad de miles de mexicanos que, simplemente, no entienden.
“¡Quédate en casa”! ha sido un llamado que llegó a oídos sordos. Ahora nos encontramos entre los tres países del mundo que más defunciones han sumado a esta pandemia.
Después de 31 largos días de estar observando el gran esfuerzo que realiza el personal médico de México, no puedo más que emplear este espacio para agradecerles el que sigan de pie, arriesgando sus vidas para salvar la vida de quienes no entienden.
Un agradecimiento muy especial a todo el personal del octavo piso del ISSSTE de Zaragoza por todas sus atenciones, que Dios los bendiga a todos, en especial al Doctor Coordinador Victor García.
Al igual que www.esferanoticias.com lo hizo en su momento, aprovecho este espacio para dedicirles Esta Canción, es para ti.