"El regreso de la grandeza… y del muro: Trump 2.0, ahora con más polarización y aranceles".
Por Marta O. Obeso S.
En una gélida jornada de enero, con una temperatura que rondaba los -2°C en Washington, Estados Unidos fue testigo de un evento histórico: Donald Trump tomó posesión como el 47º presidente del país. Claro, porque ¿quién mejor para rescatar a una nación que el arquitecto de su primera gran división contemporánea?
La ceremonia en el Capitolio, impecablemente organizada para adaptarse a las inclemencias del tiempo (y de los tiempos políticos), arrancó con un servicio religioso en St. John. Porque nada dice “unidad” como un servicio solemne seguido por un juramento de agresividad política. A las 11:47 a.m., Trump prestó juramento y, con ello, los estadounidenses, una vez más, fueron anexados a la expectativa de iniciar el viaje de “hacer grande a América”... otra vez.
Un discurso lleno de promesas recicladas y nostalgia agresiva
Desde el podio, frente a una multitud entusiasta (o contratada, quién sabe), Trump arrancó con un grito de guerra: “¡Vamos a recuperar nuestro país!” El expresidente, convertido nuevamente en presidente, prometió un renacer estadounidense. Aunque, a juzgar por sus propuestas, este “nuevo capítulo” parece más bien una reedición de su obra maestra anterior: división, proteccionismo y nostalgia por un pasado idealizado.
Trump dedicó gran parte de su discurso a criticar a la clase política tradicional de E.U., llamándola “corrupta” y “fallida”, como si no hubiera sido parte activa del sistema que tanto denuncia. Pero no importa, porque ahora promete proteger la frontera, revitalizar la economía y restaurar la dignidad estadounidense. Todo esto, claro, mientras se opone a las “ideologías woke” y reafirma el petróleo como el nuevo maná económico para los estadounidenses.
¿Una nueva era dorada para Estados Unidos?, fue lo que ofreció Trump a sus conciudadanos, pero más bien parece un regreso a la alquimia política: prometer oro mientras se reparte plomo. Trump, el autoproclamado Midas del siglo XXI, asegura que su liderazgo es el inicio de una época de fortaleza y prosperidad, aunque para muchos, el único brillo que vislumbran es el de los reflectores que siempre apuntan hacia él. Si esta es la 'era dorada', más vale preguntar ¿quién se queda con el oro y quién con la factura?
Un mensaje no tan subliminal a México
Aunque no hubo menciones explícitas a México, las indirectas fueron más contundentes que un arancel del 25%. Trump reafirmó su compromiso con el programa 'Quédate en México' y, de paso, decidió renombrar el Golfo de México. No sabemos si los mapas cambiarán pronto, pero seguro alguien en la Casa Blanca ya está trabajando en ello. ¡Ah! y no olvidemos: la pequeña amenaza de imponer aranceles si no se controla la migración y el narcotráfico. Nada como la diplomacia coercitiva para fortalecer las relaciones bilaterales.
La familia Trump: un espectáculo aparte
El toque emotivo llegó con la presencia de su familia. Donald Jr. y Eric Trump subieron al escenario como si fueran estrellas de rock, listos para recordarle al mundo que este movimiento no solo es político, sino también un negocio familiar. Eric, particularmente inspirado, proclamó que “el establecimiento” había fallado en detenerlos. Porque nada dice “pueblo” como un discurso de los hijos de un multimillonario.
Un futuro brillante... para unos pocos
El regreso de Trump a la Casa Blanca promete ser todo lo que sus seguidores esperaban: confrontacional, proteccionista y profundamente polarizante. Desde su retórica agresiva hasta sus planes para “restaurar la ley y el orden”, queda claro que su enfoque será tan sutil como una excavadora en marcha. Mientras tanto, para el resto del mundo (y especialmente para México), los próximos años serán un ejercicio de resistencia. Porque cuando Trump dice “recuperar nuestras fronteras”, lo que realmente quiere decir es construir muros – físicos y metafóricos – que mantengan alejados a los demás.
En fin, aquí vamos otra vez...