Estados Unidos fijó el martes el 2024 como fecha límite para el envío de astronautas a la luna, una ambiciosa meta que obligaría a la NASA a dar un giro a sus operaciones y a arriesgarse un poco más.
El jefe de la agencia, Jim Bridenstine, había señalado hace unas semanas que el país ya no estaba en una carrera espacial, una declaración que tuvo que cambiar luego de que el vicepresidente Mike Pence señalara: "Estamos en una carrera espacial".
Sin embargo, apuntó que se necesitan más recursos y cooperación del sector privado. "¿Asumo que necesitaríamos más financiamiento para acompañar estos objetivos?", preguntó un legislador en una audiencia el miércoles ante el Congreso. "Sí". respondió Bridenstine.
El gasto del sector asciende a $23 000 millones para el nuevo cohete de carga pesada Space Launch System (construido por Boeing), la cápsula Orion (Lockheed Martin) y las instalaciones en tierra. El pleno ya ha concedido 4000 millones para este año.
El adelanto de la fecha para llegar al satélite natural ocultaría una razón política: 2024 sería el último año de un posible segundo mandato de Donald Trump.
"La frustración del Gobierno es evidente por la falta de progreso en llegar a la Luna durante su periodo", destacó a AFP Greg Autry, vicepresidente de desarrollo espacial de la Sociedad Nacional del Espacio.
¿Pero por qué tarda tanto la vuelta? Esta vez los estadunidenses no desean solo "poner una bandera", quieren levantar infraestructura en la órbita y en la superficie lunar.
Así también, se tiene previsto aprender a extraer agua congelada de la Luna para futuros vuelos a Marte de más de un año. Misiones robóticas deberán partir antes para construir la estación y entregar los equipos.
Otra de las novedades es que la idea es alunizar en su polo sur, donde se ha detectado agua, en vez de buscarla en el ecuador.