Por Rafael Lulet
La autonomía del poder judicial es parte de la división de poderes, los pesos y contrapesos en un país son esenciales para evitar los abusos, sin embargo, López Obrador, con su revanchismo y su política populista, ha destruido lo que en su momento muchos pensaron que estaba defendiendo: "la democracia del país", se apoderó de las instituciones las cuales lo hicieron llegar al poder, el tribunal electoral y el Instituto electoral, encaminando a México a un autoritarismo y un regreso a las épocas del priismo pero con otro color y otras caras.
La independencia del poder judicial es parte esencial para impartir justicia, los ministros, jueces y magistrados, no deben estar sujetos a un grupo sectario político para ejercerla, lo podemos observar con los gobernadores y legisladores, quienes sumisos ante una figura, hacen y deshacen las leyes o son los ridículos tal payasos de circos con el fin de quedar bien al presidente, tal como Cuitlahuac García, sin importarles el compromiso del mandato encomendado por la ciudadanía.
Ya de por sí, los actores políticos quienes ejercen el poder se subordinan ante el presidencialismo cuando deben servir principalmente a quienes les deben su mandato, tal como lo dicta el artículo 39 de la constitución, ¿qué podemos esperar de la justicia a través de las urnas con personas improvisadas pero siendo ganadores porque fueron los más populares o quienes se hincaron mejor?.
Marcelo Ebrard, alegaba que en es Estados Unidos, se hacían elecciones de jueces, tal discurso para justificar la aprobación de una reforma judicial populista y con tintes políticos en favor del partido morena, y con sabor a venganza de un personaje sin escrúpulos y manipulador como López Obrador, a quien no le importa el pueblo sino sus hijos y el enriquecimientos de su familia, pero Ebrard no dijo que solo es en algunos Estados de ese país vecino, y además, son muy criticados por ese arcaico procedimiento, y sobre todo, con problemas de falta de ejercicio de la justicia por favorecer a los grupos de intereses que llevaron al triunfo de estos, dejando en un plano secundario a la comunidad.
Muchos juristas y autores de la doctrina del derecho destacan dos palabras importantes en el ejercicio de la justicia: Independencia y autonomía, es una vergüenza que pseudos catedráticos como Ricardo Monreal de una de las Universidades más destacadas de américa latina, sea quien justifique tal monstruosidad de reforma judicial, todo por el poder político y quedar bien con su líder, a eso nos referimos con el problema de poner en las urnas a la elección de jueces y ministros, ¿de qué sirve la carrera judicial y prepararse por años para tener el conocimiento de impartición de justicia?, cuando personas improvisadas llegarán a dichos puestos y serán quienes se encargan de la libertad o de la vida de un ciudadano.
Así ya lo argumentaba Cipriano Gómez Lara en su libro de “Teoría General del Proceso” en su página 176: “Es un principio ideal el de que el juez no tenga nada que ver con la militancia política, esta significa luchas, compromisos, simpatías, inclinaciones, y todo ello indudablemente hace perder al juez la imparcialidad que debe tener. El juez no tratará igual, en procesos que se sometan a su conocimiento, a quienes lo apoyaron y a quienes estuvieron en su contra en la elección respectiva. Por esto creemos que el juez debe ser ajeno a los juegos de la militancia política; nunca hay compatibilidad entre la política y la función del desempeño de un juez. El sistema, trasladado a nuestro país, sería verdaderamente desastroso, porque son muy conocidos los vicios de nuestro sistema político democrático”.
Es claro, la hipocresía e ignorancia de López Obrador, quien ha demostrado ser un perverso y mentiroso, quien por muchos años utilizó las entidades para llegar a la presidencia, a través del chantaje y la victimización, engañando a muchos con el fin de lograr su objetivo, ahora en el poder, instó a permanecer en él, y es a través de la venganza y del autoritarismo como gobernó hasta el final, destruyendo años de luchas para crear pesos y contrapesos en las décadas de la dictadura disfrazada del priismo, para regresarnos al mismo lugar, es ahí donde se retoma lo dicho por Friedrich Hegel: “la historia tiende a repetirse”.
La destrucción de todas las instituciones, los órganos internos de control y transparencia, sin olvidar al INE y al Tribunal electoral, los cuales son de democracia, así como ahora la sumisión del poder judicial, todo para volver hundir al país en el oscurantismo del presidencialismo de los años priístas, es parte del populismo instaurado por Obrador.
El problema es lo obtuso que se vuelven ante la crítica constructiva etiquetando en “panista o priistas” cuando no lo son, a todo aquel quien no está de acuerdo con sus malas decisiones, porque una cosa es la política y otra el razonamiento, las cuales no se encuentran emparejadas, pero ante su sed de poder el séquito de sus seguidores, no aceptan ser cuestionados, solo quieren escuchar elogios para hacer crecer sus egos, sin buscar lo mejor para el pueblo, ¿esa es la “democracia” que profesan?, más bien es la hipocresía en la cual caen, dejándose llevar por su ignorancia sin importar pisotear el rumbo del país, propiciando el divisionismo de lugar de la unión de la nación para beneficio del verdadero pueblo a quien tanto dicen representar, pero al final, solo es en discurso.