El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver.
Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde,
por el crepúsculo ensangrentado del cielo. Sonreías.
Juan Rulfo (Pedro Páramo)
Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
Estimado lector, gracias. Las festividades por el día de muertos son un atractivo a nivel mundial, estas son diversas a lo largo y ancho del territorio nacional. Algunas se han ido modificando y otras se han insertado gracias a influencias externas como el “Halloween” y la visión “hollywoodense” como las películas “Coco” y “James Bond, Espectre”, la primera multipremiada y la segunda hasta dejó un “tradicional” desfile patrocinado por marcas comerciales, seguimos siendo un país de sincretismos.
Las culturas prehispánicas tenían un gran culto por la muerte y que no se puede comparar con la tradición judeocristiana proveniente de Europa de cuando llegaron los conquistadores su catolicismo instalado por la violencia, una cultura se impuso a otra, pero la que fue subyugada permeó a la dominante para generar lo que tenemos y que a varios les molesta al grado de querer disculpas por parte de la nación española.
Para Samuel Ramos y Octavio Paz el culto a la muerte es el miedo a enfrentarla, aunque todos los días camina entre nosotros, por eso la risa y la ironía. Ahí están los grabados de José Guadalupe Posadas, los destellos en la obra de Frida Kahlo, los muralistas, Juan Rulfo y su “Pedro Páramo” (Comala pueblo de muertos), en el cine “Macario”, las canciones de “Chava” Flores, los corridos revolucionarios y los gritos de dolor del mariachi con las notas de José Alfredo que rezan “No vale nada la vida / la vida no vale nada / comienza siempre llorando / y así llorando se acaba / por eso es que en este mundo / la vida no vale nada”, todo en busca de la identidad nacional y que duela lo menos posible.
En los mercados populares se exhiben las calaveras de azúcar y chocolate, las icónicas flores de cempasúchil, velas y veladoras, comida, chupe, fruta, de todo para el festín de los que ya no están y que reciben permiso para visitar a los de este lado que los reciben festivamente, aunque sea por unas horas es lo que queremos creer, sin duda una fiesta única del pueblo mexicano.
En los panteones la gente va y viene con todo y pandemia, pues total dice Sheinbaum ya estamos en semáforo verde… y si no hay cuidados, en una de esas el próximo año estaremos en la ofrenda, mientras tanto suena la música, llanto y de nuevo chupe, arreglar tumbas, reunirse con la familia y recordar.
Estas últimas celebraciones del 1 y 2 de noviembre deberían servir para la reflexión por la partida de quienes se infectaron con el SARS-Cov-2 y murieron en la pandemia, llevamos 288 mil 276 pérdidas, aunque se estima que sean 439 mil 283, los del crimen organizado con 103 mil 872, 143 periodistas y 90 mil 148 desaparecidos. ¿Cuántas de estas se pudieron evitar?
Ofrendas dedicadas a los 43 normalistas, los de las matanzas de Acteal, Aguas Blancas, la guardería ABC, el Casino Royale, el sismo de 1985 y 2017, los del Rébsamen, los difuntos de la Línea 12, los miles de migrantes, los muertos por la explosión en Tlahuelilpan, los que perecieron en las inundaciones, los mil 600 niños víctimas de cáncer y el desabasto de medicamentos, así como una larga lista. México y sus muertos, los políticos y sus muertos Calderón, Peña, López.
Así con esos números escalofriantes llegamos al día de muertos 2021, donde la huesuda camina entre nosotros, esa reparte abrazos y le gustan los balazos, la política del actual gobierno que se muera el que se tenga que morir. Insisto, la muerte camina entre nosotros y tiene promotores desde la 4T, Gatell, Alcocer y sobre todo el Pejelagarto… Pero mejor ahí la dejamos.
Escríbeme tus comentarios al correo Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. y sígueme en la cuenta de Instagram en @arturosuarez_.
Hasta la próxima.