En el ejercicio del poder, el mayor daño que puede hacérsele a un gobernante, es dejarlo creer que sus errores son aciertos, porque le permiten tomar las decisiones más descabelladas, inverosímiles y desmesuradas que se le ocurran.
Por Eduardo Sadot-Morales Figueroa
La secretaria de la función pública convocó en diciembre, a los medios para exonerar al director de la Comisión Federal de Electricidad, un magnánimo perdón que evidencia endiosamiento, el mismo vinculado al asesinato del periodista Manuel Buendía, artífice también del fraude electoral del siglo en las elecciones de 1988, en que afirmaran que le robaron la elección al Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, para que llegara el presidente Carlos Salinas de Gortari, Manuel Bartlet, el mismo que fuera acusado junto con su familia de haberse enriquecido, que usara el mismo sistema conocido y utilizado por los políticos, de ayer de hoy y de siempre, de poner a nombre de sus hijos y familiares sus propiedades para aparentar que no tienen bienes.
La ventaja o desventaja, según quiera verse de un personaje público expuesto a los medios de comunicación, es que con sus palabras y sus acciones transparente y evidencia su verdadera forma de pensar y actuar. Refleja su perfil, su personalidad real, difícil de ocultar.
El perdón otorgado al director de la Comisión Federal de Electricidad Manuel Bartlet, sumado a la respuesta del presidente, durante su conferencia mañanera, trasluce a un hombre que se siente cercano a Dios o Dios mismo, decir mesías, le quedaría corto, lo mismo sucedió cuando en la conferencia mañanera trató de justificar el robo de un libro de su embajador en Argentina, Ricardo Valero, entonces argumentó preguntando, que quién no ha cometido errores y confesó que él mismo había robado en algún momento, con lo que enviaba un mensaje explícito, que si el que se coloca en la cúspide de la perfección incorruptible, justifica que lo haga cualquiera, lo acerca a su divinidad. Su respuesta evoca la actitud de Cristo cuando defiende a María Magdalena, aquel momento, cuando expresó que “quien se sienta libre de culpa lance la primera piedra”, con ello pretendió justificar lo injustificable.
Las expresiones del presidente lo describen distante de la realidad, que va perdiendo la conciencia de su responsabilidad y transformado poco a poco, en deidad afectada por su círculo cercano, que es incapaz de retornarlo a la realidad, vicio común en torno a los hombres que se desenvuelven en el ejercicio del poder.
Un hombre que vive expuesto y rodeado de la adulación permanente, “lo que usted diga señor y las horas que usted ordene”. En el ejercicio del poder, el mayor daño que puede hacérsele a un gobernante, es dejarlo creer que sus errores son aciertos, porque le permiten tomar las decisiones más descabelladas, inverosímiles y desmesuradas que se le ocurran. Porque de esa forma le evidencian que es infalible, que tiene la razón en todo lo que haga y que va por buen camino.
Todos los hombres en el poder corren ese riesgo, los romanos tenían la costumbre de acompañar en el carro de los generales que regresaban triunfantes a Roma y que tenían que esperar algunos meses, para entrar a la ciudad, en lo que era construido su arco triunfal, que conmemoraba los hechos históricos que habían cosechado allende las fronteras de Roma, siempre llevaban un enano en su carro, que los acompañaba en su entrada, cuya función era estarles gritando cerca de ellos, sus errores y defectos, para que de esta manera, contrarrestaran las alabanzas y loas, que le gritaba el pueblo durante su llegada. La idea era mantenerlo siempre pie a tierra y conscientes de su realidad. Evitando así que el ego se les disparara, se les subiera a la cabeza y perdieran piso, que tuvieran consciencia de que eran humanos y erráticos.
En el entorno de Andrés no hay nadie, por falta de humildad y modestia, porque se ampara en los votos conseguidos y les espeta que nadie los ha conseguido más que él, no existe nadie quien le alerte sobre sus errores, no reconoce autoridad moral en nadie, por el contrario quien se atreva a contradecirlo, pasa en automático a ser su adversario, lo que su intolerancia no le permite analizar y mucho menos corregir, con lamentables consecuencias para el país. Esos son los detalles que le alejan de su lugar en la historia, amén de otros que tampoco ve, a menos que logre corregirlo, ya que le gusta la historia – según dice él mismo – debiera leer algo de la vida de Santana, para no caer en los mismos errores, le resultaría muy ilustrativo y útil. Y para México más.
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@EduardoSadot